Obesidad

PorShauna M. Levy, MD, MS, Tulane University School of Medicine;
Michelle Nessen, MD, Tulane University School of Medicine
Revisado/Modificado nov 2023 | Modificado dic 2023
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Datos clave

La obesidad es un trastorno complejo crónico y recurrente caracterizado por un exceso de peso corporal.

  • La obesidad está influenciada por una combinación de factores que incluyen la genética, las hormonas, el comportamiento y el medio ambiente.

  • Ser obeso aumenta el riesgo de muchas enfermedades, como diabetes, hipertensión arterial, cardiopatías y ciertos tipos de cáncer, y puede ser causa de muerte prematura.

  • El aumento de la actividad y la reducción de la ingesta de calorías son componentes importantes del tratamiento de la obesidad.

  • Los medicamentos y la cirugía de pérdida de peso (bariátrica) también son importantes para un tratamiento exitoso a largo plazo para muchas personas con obesidad.

  • Una pequeña pérdida de peso entre el 5 y el 10% contribuye a disminuir los trastornos relacionados con el peso, como la diabetes, la hipertensión arterial y los elevados niveles de colesterol.

(Véase también Obesidad en los adolescentes.)

El índice de masa corporal (IMC) se usa para definir el sobrepeso y la obesidad. El IMC es el peso (en kilogramos) dividido por la estatura (en metros) elevada al cuadrado:

  • El sobrepeso se define como un IMC de 25 a 29,9.

  • Se define obesidad como un valor de IMC de 30 a 39,9.

  • Se define obesidad grave como un valor de IMC de 40 o superior.

Para las personas de ascendencia asiática y algunos otros grupos étnicos, los índices de masa corporal (IMC) que se consideran normales y el sobrepeso son ligeramente inferiores. Las definiciones para niños y adolescentes también son diferentes.

El IMC no distingue entre tejido muscular (sin grasa) y tejido adiposo. Por lo tanto, si solo se consideran los valores del IMC, algunas personas pueden ser etiquetadas de obesas aun cuando su porcentaje de grasa corporal es muy bajo. Por ejemplo, personas como los culturistas tienen un IMC alto debido a su gran cantidad de músculo (que pesa más que la grasa), a pesar de tener muy poca grasa. Estas personas no se consideran obesas.

La obesidad se ha vuelto cada vez más frecuente en el mundo desarrollado. En Estados Unidos, la obesidad es muy frecuente y casi se ha duplicado desde finales de la década de 1970. La tasa nacional de obesidad para adultos entre 2017 y 2020 fue del 41,9%. La tasa nacional de obesidad juvenil fue del 19,7% en este periodo de tiempo. Además, la obesidad importante ha pasado a ser más frecuente.

La prevención de la obesidad es mucho más fácil que su tratamiento. Una vez que las personas han acumulado un exceso de peso, el organismo se resiste a perderlo. Por ejemplo, cuando las personas hacen dieta o reducen el número de calorías que consumen, el organismo lo compensa con un aumento del apetito y una reducción del número de calorías quemadas durante el reposo.

Causas de la obesidad

La obesidad es resultado de una combinación de factores, como las pocas oportunidades de hacer ejercicio físico, la mayor oferta de alimentos hipercalóricos y la predisposición genética a la obesidad. Pero en última instancia la obesidad es consecuencia del consumo durante un largo periodo de tiempo de un número mayor de calorías de las que el organismo necesita. El exceso de calorías se almacena en el organismo como grasa (tejido adiposo).

El número de calorías necesarias varía para cada persona, dependiendo de la edad, el sexo, el nivel de actividad y la tasa o índice metabólico. El índice metabólico en reposo (basal) de una persona (la cantidad de calorías que el organismo quema en reposo) viene determinado por la cantidad de tejido muscular (sin grasa) de que la persona dispone y por el peso total de dicha persona. Cuanto más músculo tenga una persona, mayor será su índice metabólico.

Los cambios en las bacterias que normalmente están presentes en el sistema digestivo (denominadas flora intestinal) pueden aumentar el riesgo de obesidad. Normalmente, estas bacterias ayudan al cuerpo contribuyendo a la digestión de los alimentos, entre otras cosas. Los cambios en el número y tipo de bacterias en el sistema digestivo pueden cambiar la forma en que el cuerpo procesa los alimentos.

El lugar donde vive una persona puede afectar a sus opciones de estilo de vida y su comportamiento. Algunas comunidades no tienen acceso a frutas y verduras frescas. Estas comunidades tienden a presentar una mayor tasa de obesidad. El acceso a espacios recreativos seguros (parques y ciclovías) ayuda a estimular la actividad física. Tomar el transporte público, en lugar de conducir, también puede ayudar, ya que implica caminar más y sentarse menos.

Los obesógenos son compuestos químicos que alteran el desarrollo y el metabolismo normales (por ejemplo, humo de cigarrillo, bisfenol A, contaminación del aire, ignífugos, ftalatos, bifenilos policlorados). La exposición a obesógenos en etapas tempranas de la vida puede aumentar el riesgo de desarrollar obesidad.

Inactividad física

En los países avanzados desde el punto de vista tecnológico, la falta de actividad física es frecuente y contribuye al aumento de la obesidad. Las oportunidades para realizar actividad física han sido desplazadas por los avances tecnológicos, tales como los ascensores, los automóviles y los controles remotos. Se pasa más tiempo realizando actividades sedentarias, tales como el uso de la computadora, mirar la televisión o jugar con videojuegos. Además, el trabajo de las personas se ha vuelto más sedentario, en la medida en que el trabajo de oficina ha sustituido al trabajo manual. Las personas sedentarias utilizan menos calorías que las personas más activas, y por lo tanto requieren menos calorías en la dieta. Si la ingesta de calorías no se reduce para adecuarla a estas condiciones de vida, las personas ganan peso.

Dieta

Los alimentos ricos en energía, que son alimentos que contienen una gran cantidad de calorías en una cantidad relativamente pequeña (volumen pequeño), favorecen el aumento de peso. La mayoría de estos alimentos contienen más hidratos de carbono procesados, mayor cantidad de grasa y menos fibra. Las grasas, por naturaleza, son muy calóricas. La grasa contiene 9 kcal/g, mientras que los hidratos de carbono y las proteínas tienen 4 kcal/g. Los alimentos ricos en energía son frecuentes en los países tecnológicamente avanzados.

Los alimentos preparados, como los tentempiés (snacks) de alto contenido energético que se ofrecen en las máquinas expendedoras y los platos de los restaurantes de comida rápida, contribuyen al aumento de la obesidad. Las bebidas calóricas, incluidos los refrescos, los zumos, muchas bebidas estimulantes y el alcohol, también contribuyen de manera importante. Por ejemplo, un refresco con gas de 350 mL o una botella de cerveza tienen 150 kcal, y la misma cantidad de una bebida con café (con leche y azúcar), o un batido de frutas, pueden contener 500 kcal o más. El jarabe de maíz con alto contenido en fructosa (utilizado para endulzar muchas bebidas embotelladas) se identifica a menudo como una causa particularmente susceptible de provocar obesidad. Sin embargo, estudios recientes indican que no tiene más probabilidades de causar obesidad que otros alimentos con un número similar de calorías de azúcar.

Las porciones de mayor tamaño en los restaurantes y los alimentos y las bebidas envasados animan a la gente a comer en exceso. Además, los alimentos de los restaurantes, así como los envasados, suelen prepararse de forma que añaden calorías. Como resultado, es posible que la gente consuma más calorías de las que cree.

Genes

La obesidad tiende a ser una característica familiar. Los genes contribuyen a determinar el índice de masa corporal (IMC) en más del 60% de las personas. Sin embargo, una familia no solo comparte genes, sino también su medio ambiente, y separar estas dos influencias es difícil. Los genes pueden influir en la rapidez con que el cuerpo quema calorías en reposo y durante el ejercicio. También pueden afectar el apetito y, por lo tanto, la cantidad de comida que se consume. Posiblemente los genes influyen más en cuanto a dónde se acumula la grasa corporal, en especial la grasa alrededor de la cintura y en el abdomen, que en la cantidad de grasa que se acumula.

Muchos genes influyen en el peso, pero individualmente cada gen tiene un efecto muy pequeño. La obesidad rara vez se produce ante la anomalía de un solo gen.

En raras ocasiones, las mutaciones en los siguientes genes dan lugar a obesidad:

  • El gen del receptor de la melanocortina tipo 4: los receptores son estructuras en la superficie de las células que inhiben o producen una acción en la célula cuando se les unen ciertas sustancias (como mensajeros químicos). Los receptores de la melanocortina 4 se localizan principalmente en el cerebro y ayudan al organismo a regular su uso de energía. Una mutación en este gen puede ser la causa de la obesidad en el 1 al 4% de los niños.

  • El gen ob: es un gen que controla la producción de leptina, una hormona producida por las células adiposas. La leptina viaja hacia el cerebro y actúa sobre los receptores del hipotálamo (la parte del cerebro que regula el apetito). El mensaje llevado por la leptina es la disminución del consumo de alimentos y el aumento de las calorías (energía) quemadas. Una mutación del gen ob bloquea la producción de leptina y conduce a obesidad grave en un reducido número de niños. En estos casos, la administración de leptina reduce el peso hasta un nivel normal.

Antecedentes

Entre las características que aumentan el riesgo de tener sobrepeso u obesidad. Se incluyen las siguientes:

  • Algunas ascendencias, como por ejemplo las ascendencias africana, latinoamericana o de las islas de Oceanía (aborígenes)

  • Tener un bajo nivel de educación

  • Obesidad durante la infancia, que tiende a persistir en la edad adulta

Los acontecimientos adversos sucedidos durante la infancia o los antecedentes infantiles de abuso verbal, físico o sexual se asocian con un mayor riesgo de obesidad. Según el estudio de los eventos adversos infantiles realizado por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, los antecedentes de abuso verbal, físico o sexual durante la infancia aumentan el riesgo de obesidad en un 8% y el riesgo de obesidad grave en un 17,3%.

Embarazo y menopausia

Ganar peso durante el embarazo es normal y necesario. Sin embargo, el embarazo puede ser el comienzo de los problemas de sobrepeso si las mujeres no recuperan, después del parto, su peso anterior. Alrededor del 15% de las mujeres ganan 10 kg o más en cada embarazo. Tener varios hijos seguidos agrava el problema. La lactancia materna ayuda a recuperar el peso anterior al embarazo.

La obesidad o el tabaquismo durante el embarazo pueden alterar la regulación del peso, lo que contribuye al aumento de peso durante la infancia y más adelante en su vida.

Después de la menopausia, muchas mujeres aumentan de peso. Este aumento de peso puede ser consecuencia de una menor actividad. Los cambios hormonales hacen que la grasa se redistribuya y se acumule alrededor de la cintura. La grasa en esta localización aumenta el riesgo de tener problemas de salud (como el síndrome metabólico).

Envejecimiento

La obesidad se vuelve más frecuente a medida que se va envejeciendo (véase ). Cuando las personas envejecen, la composición corporal cambia a medida que disminuye el tejido muscular. El resultado es un mayor porcentaje de grasa corporal y una menor tasa metabólica basal (porque los músculos queman más calorías).

Estilo de vida

La privación o la falta de sueño (normalmente considerada como menos de 6 a 8 horas por noche) puede conducir a un aumento de peso. El insomnio trae como consecuencia cambios hormonales que aumentan el apetito y los antojos por alimentos de alto contenido energético.

Dejar de fumar por lo general da lugar a un aumento de peso y puede ser un efecto disuasorio a la hora de decidir dejar de fumar. La nicotina disminuye el apetito y aumenta la tasa metabólica. Cuando se suspende la nicotina, las personas comen más y su tasa metabólica disminuye, de modo que se queman menos calorías. Como resultado, el peso corporal puede aumentar del 5 al 10%.

Hormonas

La obesidad producida por trastornos hormonales es poco frecuente. A continuación se citan los que se dan con más frecuencia:

  • El síndrome de Cushing está causado por una concentración excesiva de cortisol en el organismo. Este síndrome puede ser consecuencia de un tumor benigno en la glándula pituitaria (adenoma pituitario) o de un tumor en la glándula suprarrenal o en otras localizaciones, como los pulmones. De modo característico, el síndrome de Cushing hace que la grasa se acumule en el rostro, dándole un aspecto pleno (llamado cara de luna llena), y detrás del cuello (la llamada joroba de búfalo o cuello de bisonte).

  • El síndrome del ovario poliquístico afecta al 5-10% de las mujeres, las cuales tienden al sobrepeso o a la obesidad. Los niveles de testosterona y de otras hormonas masculinas están elevados, haciendo que la grasa se acumule en la cintura y en el abdomen, lo cual es más perjudicial que si se reparte por todo el cuerpo.

¿Sabías que...?

  • La obesidad producida por trastornos hormonales es poco frecuente.

Trastornos alimentarios

Dos trastornos de la alimentación se asocian con la obesidad:

  • El trastorno por atracón se caracteriza por atracarse de comida (ingestión de grandes cantidades de comida en un corto periodo de tiempo) y generalmente por sentirse culpable, tener remordimientos o tener la sensación de estar fuera de control. La mayoría de las personas con este trastorno no se purga (por ejemplo, vomitando o usando laxantes o diuréticos). El trastorno por atracón se diagnostica cuando los episodios de atracones se producen al menos dos veces por semana durante 6 meses o más.

  • El síndrome del comedor nocturno se caracteriza por no comer mucho durante el día, para luego consumir una gran cantidad de alimentos o calorías a la hora de la cena, y despertarse para comer durante la noche. La toma de una pastilla para dormir, como el zolpidem, en algún caso podría causar problemas similares.

Medicamentos

Muchos fármacos de los que se utilizan para el tratamiento de enfermedades comunes promueven el aumento de peso. Estos medicamentos incluyen los utilizados para tratar lo siguiente:

Síntomas de la obesidad

El síntoma más evidente de obesidad es el cambio en el aspecto físico de la persona.

Complicaciones

Ser obeso aumenta el riesgo de padecer muchos trastornos de salud. Prácticamente todos los órganos y sistemas pueden verse afectados. Estos problemas de salud relacionados con el peso pueden causar síntomas, como sensación de ahogo (disnea), dificultad respiratoria durante la actividad física, ronquidos, alteraciones cutáneas, incluidas las estrías, y dolor en las articulaciones y la espalda.

La obesidad aumenta el riesgo de los trastornos siguientes:

Puede aparecer apnea obstructiva del sueño si existe un exceso de grasa en el cuello que comprime las vías respiratorias mientras se duerme. La respiración se detiene un momento, con una frecuencia de hasta cientos de veces por noche. A menudo es un trastorno sin diagnosticar. Puede ocasionar fuertes ronquidos y somnolencia diurna excesiva, así como aumentar el riesgo de hipertensión arterial, ritmo cardíaco irregular, síndrome metabólico, ataques cardíacos, insuficiencia cardíaca y accidentes cerebrovasculares.

Es posible que la obesidad aumente el riesgo de muerte temprana. Cuanto más grave es la obesidad, más alto es el riesgo. Es la segunda causa más frecuente de muerte evitable (el tabaquismo es la primera). Los estudios indican que, en un periodo de 15 años, la tasa de mortalidad es un 30% más baja entre las personas que se sometieron a cirugía para perder peso que entre aquellas que no se sometieron a dicha cirugía.

La obesidad conlleva problemas socioeconómicos y psicológicos. Por ejemplo, la obesidad puede conducir al subempleo o desempleo, a una mala imagen corporal y a una baja autoestima.

Si no se trata, la obesidad tiende a empeorar, lo que aumenta el riesgo y la gravedad de las complicaciones.

Después de la pérdida de peso, la mayoría de las personas vuelven a su peso previo al tratamiento en un plazo de 5 años. Además, cuando se suspenden los medicamentos para perder peso, se tiende a recuperarlo.

Diagnóstico de la obesidad

  • Índice de masa corporal (IMC)

  • Perímetro de la cintura

  • Determinación de la composición corporal

La obesidad se diagnostica mediante la determinación del índice de masa corporal (IMC). Sin embargo, el IMC tiene algunas limitaciones. El IMC no tiene en cuenta el sexo ni la edad, y sólo realiza algunos ajustes basados en el grupo étnico. Para las personas de ascendencia asiática y algunos otros grupos étnicos, el índice de masa corporal (IMC) que se considera sobrepeso es ligeramente inferior.

Además, el IMC tampoco distingue entre tejido magro o graso. En consecuencia, es posible que el médico no esté seguro de si un IMC elevado se debe a un exceso de músculo (por ejemplo en los culturistas) o de grasa. En estos casos, el médico determina la composición corporal (porcentaje de músculo y grasa corporal).

También se mide el perímetro de la cintura. Esta medida ayuda a identificar y cuantificar la obesidad abdominal (visceral), que es la grasa que se acumula alrededor de la cintura y en el abdomen. La obesidad abdominal es mucho más perjudicial que la grasa que se distribuye por todo el organismo bajo la piel (grasa subcutánea). Para que un médico pueda estimar el riesgo de ciertas complicaciones (como los trastornos cardíacos) es mejor que conozca el perímetro de la cintura y si la persona sufre o no de síndrome metabólico que el IMC de la persona en cuestión.

La composición corporal (el porcentaje de grasa y músculo) se puede determinar utilizando lo siguiente:

  • Medición del grosor del pliegue cutáneo y de la circunferencia del brazo

  • La impedancia bioeléctrica, que se puede llevar a cabo en el consultorio médico.

  • Pesaje bajo el agua (hidrostático)

El grosor del pliegue cutáneo suele medirse sobre el tríceps, en la parte posterior del brazo. El pliegue cutáneo es la piel y la capa de grasa que se encuentra debajo de ésta, y se miden pellizcando la piel.

El análisis de impedancia bioeléctrica estima el porcentaje de agua corporal total directamente y determina el porcentaje de grasa corporal indirectamente. Es más fiable en personas sanas y en personas que sufren solo unos pocos trastornos crónicos, como obesidad moderada o diabetes mellitus.

El pesaje bajo el agua (peso hidrostático) es el método más preciso para medir el porcentaje de grasa corporal. Sin embargo, es costoso a nivel económico y requiere mucho tiempo. Por lo tanto, se utiliza más a menudo en investigación que en la atención clínica.

Se considera que los hombres tienen obesidad cuando el nivel de grasa corporal es > 25%. En las mujeres, el nivel es > 32%.

Por lo general, se realizan análisis de sangre para determinar la concentración de azúcar (glucosa) en la sangre y detectar una prediabetes o una diabetes, así como los niveles de colesterol y otros lípidos para ver si están anormalmente aumentados. Los médicos también toman la presión arterial para detectar una posible hipertensión arterial. Estas pruebas ayudan al médico a diagnosticar el síndrome metabólico (que incluye los tres trastornos).

Asimismo, los médicos también comprueban la existencia de otros trastornos frecuentes en las personas obesas, como la apnea obstructiva del sueño, el hígado graso y la depresión.

Tratamiento de la obesidad

  • Dieta

  • Actividad física

  • Cambio de hábitos

  • Fármacos para reducir peso

  • Cirugía metabólica y bariátrica

Inicialmente, el principal tratamiento para la obesidad consiste en realizar cambios en el estilo de vida, es decir, modificar la alimentación, aumentar la actividad física e introducir cambios de comportamiento. Los medicamentos y la cirugía de pérdida de peso (bariátrica) también son importantes para la pérdida de peso a largo plazo y a menudo se infrautilizan porque las personas pueden tener problemas de acceso o de reembolso por parte de las compañías de seguros o por las propias preferencias del médico o de la persona afectada.

Una pequeña pérdida de peso, del 5 al 10%, contribuye a reducir el riesgo o la gravedad de los trastornos relacionados con el peso, como la diabetes, la hipertensión arterial y los niveles de colesterol elevados.

El éxito en la pérdida de peso requiere motivación y buena predisposición. Las personas que tienen más éxito son las que se fijan metas realistas y reconocen que la pérdida de peso saludable se puede lograr solamente con cambios perdurables del estilo de vida, en lugar de una solución mágica o una dieta de moda e insostenible.

Es conveniente y útil contar con el apoyo de profesionales de la salud, dietistas o médicos. El apoyo por parte de los miembros de la familia también es fundamental.

Los planes para perder peso que requieren una supervisión frecuente, como WW (antiguamente conocido como Weight Watchers), incrementan la responsabilidad y pueden aumentar las probabilidades de éxito. Normalmente, las reuniones semanales son dirigidas por consejeros y se complementan con material didáctico y de orientación.

Las personas tienden a recuperar peso cuando finaliza el tratamiento, por lo que la obesidad requiere un programa de control de por vida similar al de cualquier otro trastorno crónico.

¿Sabías que...?

  • Una mínima pérdida de peso, entre el 5 y el 10%, puede reducir los riesgos de sufrir trastornos de salud relacionados con el peso.

Cambios en la alimentación

Una alimentación saludable y equilibrada para bajar de peso requiere reducir el número de calorías consumidas y la elección de una amplia gama de alimentos que proporcionan una buena nutrición.

La reducción entre 500 y 1000 calorías al día del número de calorías consumidas puede dar lugar a una pérdida de peso saludable. Este enfoque significa por lo general un consumo entre 1200 y 1500 kcal/día. Sin embargo, el cuerpo puede adaptarse a la disminución de calorías (por ejemplo, mediante la disminución de la tasa metabólica). Por lo tanto, la pérdida de peso puede ser menor de lo esperado. Pese a todo, parece que la mejor forma de perder peso y no recuperarlo es adoptar hábitos alimenticios como aumentar el de fibra, reducir el número de calorías en unas 600 kcal/día y sustituir algunos hidratos de carbono por proteínas. El peso se puede perder más rápidamente con una dieta muy baja en calorías, pero en este caso debe ser supervisada por un médico.

Se recomiendan los siguientes cambios en la alimentación:

  • Comer cantidades menores en las comidas y evitar picar entre horas, o de hacerlo, elegir cuidadosamente los tentempiés

  • Tomar siempre el desayuno (saltárselo puede dar lugar a terminar consumiendo demasiadas calorías al final del día)

  • Comer cinco o más raciones de fruta y verduras al día

  • Sustituir los hidratos de carbono refinados y los alimentos procesados por frutas, verduras y ensaladas

  • Comer proteínas magras, por ejemplo pescado o pechuga de pollo, o proteínas vegetales como la soja

  • Consumir productos lácteos descremados o bajos en grasa en lugar de productos lácteos enteros

  • Eliminar las bebidas hipercalóricas, como refrescos, zumos o el alcohol, y sustituirlos por agua

  • Limitar las veces que se acude a restaurantes y se toma comida rápida

  • Limitar el consumo de alcohol

  • Cambiar las grasas nocivas, como las saturadas y las trans, por las grasas recomendadas, como las grasas monoinsaturadas (en los aceites de oliva o de colza) y las poliinsaturadas (en el pescado de aguas profundas y en aceites vegetales), y limitar la cantidad de grasa consumida.

El consumo de alimentos con bajo índice glucémico y de aquellos alimentos que contienen aceites de pescado (incluido el pescado de aguas profundas, como el salmón y el atún) o el consumo de grasas vegetales monoinsaturadas (como el aceite de oliva) pueden reducir el riesgo de padecer enfermedades cardíacas y diabetes.

Deben incluirse en la alimentación productos lácteos desnatados o semidesnatados, ya que aportan vitamina D y de este modo se previene la carencia de esta vitamina.

Para algunas personas puede ser útil, para perder peso y no recuperarlo, utilizar sustitutos de las comidas con regularidad o de vez en cuando.

Actividad física

El aumento de la actividad física puede ayudar a perder peso de forma saludable y a mantenerse en el peso adecuado. La actividad física no solo incluye el ejercicio (es decir, la actividad física estructurada), sino también actividades de la vida diaria, tales como subir las escaleras en vez de usar el ascensor, practicar la jardinería y caminar en lugar de conducir siempre que sea posible. Estas actividades queman un número considerable de calorías. Las personas que no hacen ejercicio en combinación con la dieta tienen más probabilidades de recuperar el peso que han perdido.

El ejercicio aeróbico, como correr, caminar a paso rápido (5 a 6 km/h), hacer ciclismo, tenis (uno contra uno), patinar o esquiar quema un mayor número de calorías que otros ejercicios menos activos (véase Elección del ejercicio físico correcto). Por ejemplo, una caminata intensa puede quemar alrededor de 4 kcal/min, por lo que una hora de caminata intensa diaria quemaría cerca de 240 kcal. Correr quema alrededor de 6 a 8 kcal por minuto (unas 360 a 480 kcal/h). Como guía general, las personas tienen que caminar por lo menos 150 minutos cada semana para mejorar su salud. Para perder peso y no recuperarlo, las personas tienen que hacer de 300 a 360 minutos de ejercicio físico moderado a la semana, o 150 minutos semanales de ejercicio aeróbico intenso (como correr o usar una máquina elíptica). Otros de los beneficios para la salud del ejercicio aeróbico intenso son la reducción del riesgo de arteriopatía coronaria y el aumento de la resistencia.

Para obtener el mayor beneficio del ejercicio, las personas deben hacer un entrenamiento de fuerza (con pesas u otra forma de resistencia) unos 3 días por semana. El entrenamiento de fuerza aumenta la cantidad de tejido muscular, lo que incrementa la tasa metabólica, de modo que el organismo quema más calorías estando en reposo.

Cambio de hábitos

Finalmente, para que la pérdida de peso sea eficaz y de larga duración, las personas han de cambiar su comportamiento. Lo más eficaz es seguir algún programa para bajar peso basado en estos cambios de comportamiento y para realizar estas modificaciones, la gente necesita ciertas habilidades como

  • La resolución de problemas

  • El manejo del estrés

  • El autocontrol

  • La gestión de contingencias

  • El control de los estímulos

La resolución de problemas implica identificar y planificar con antelación las situaciones que conducen con mayor probabilidad a una alimentación poco saludable (como salir a cenar o de viaje), o que disminuyen las oportunidades de realizar ejercicio físico (como conducir campo a través).

Para manejar el estrés, las personas pueden aprender a identificar las situaciones estresantes y controlarlas desarrollando hábitos que no impliquen comer, por ejemplo salir a caminar, meditar o respirar profundamente.

Para vigilarse uno mismo, las personas pueden llevar un registro de alimentos que incluya el número de calorías, y pesarse con regularidad. Pueden apuntar dónde y cuándo comieron, cuál era su estado de ánimo en ese momento y con quién estaban. Con esta información se pueden observar y registrar patrones de comportamiento y alimentación, y evitarse las situaciones que conducen al aumento de peso o una alimentación poco saludable.

El plan de contingencias incluye otorgar recompensas (que no sean comida) ante conductas que favorezcan la pérdida de peso o su mantenimiento. Por ejemplo, si uno camina más o come menos de ciertos alimentos, puede recompensarse comprándose ropa nueva o yendo al cine. Las recompensas también pueden provenir de otras personas, por ejemplo, los elogios de los miembros de la familia o de los miembros de un grupo de apoyo. Las personas pueden obtener apoyo mediante el uso de las redes sociales para conectarse entre sí y con los profesionales de la salud.

Para el control de los estímulos que pueden conducir a una alimentación poco saludable se puede aprender a identificar los obstáculos que impiden dicha alimentación saludable y un estilo de vida activo, de forma que las personas puedan desarrollar estrategias para superarlos. Por ejemplo, pueden evitar pasar por delante de un restaurante de comida rápida cuando se va al trabajo, o no tener dulces en casa. Para desarrollar un estilo de vida activo pueden ocuparse de forma activa en una afición (como la jardinería), caminar más, habituarse a subir por las escaleras en vez de tomar el ascensor, o aparcar en el otro extremo del aparcamiento para obligarse a andar más.

Para desarrollar un estilo de vida activo y mantener la pérdida de peso, también pueden ser de ayuda los recursos de Internet, las aplicaciones para dispositivos móviles y otros dispositivos tecnológicos. Existen aplicaciones que ayudan a fijarse objetivos de pérdida de peso, controlar el progreso, realizar un seguimiento del consumo de alimentos y registrar la actividad física.

Medicamentos

Las personas con obesidad o con sobrepeso y trastornos relacionados con el peso pueden beneficiarse de los medicamentos para perder peso (también llamados medicamentos contra la obesidad). Los fármacos son más eficaces cuando se administran asociados a cambios en la alimentación, una mayor actividad física y programas estructurados que implican cambios de comportamiento.

Algunos medicamentos para adelgazar están pensados para ser utilizados durante poco tiempo, mientras que otros están diseñados para utilizarse durante periodos prolongados. Los medicamentos para perder peso deben suspenderse o cambiarse si las personas no pierden peso después de 12 semanas de tratamiento.

Los medicamentos contra la obesidad que están disponibles actualmente son

  • Orlistat

  • Fentermina

  • Una asociación de fentermina y topiramato

  • Lorcaserín (no comercializado en Estados Unidos)

  • Una combinación de naltrexona y bupropión

  • Liraglutida

  • Semaglutida

  • Tirzepatide

Estos medicamentos se utilizan en personas con un índice de masa corporal (IMC) igual o superior a 30, o en personas con un IMC igual o superior a 27 pero con complicaciones como hipertensión o diabetes.

El orlistat limita la descomposición y la absorción de las grasas en el intestino, produciendo de hecho, una dieta baja en grasas. Puede comprarse tanto con receta médica como sin ella. Este medicamento da lugar a la aparición de grasa no absorbida en el tubo digestivo. Esta grasa puede causar hinchazón, gases y heces blandas, pero estos problemas suelen desaparecer con el tiempo. Orlistat debe tomarse con las comidas que contienen grasa. Este fármaco puede interferir en la absorción de las vitaminas liposolubles: A, D, E y K. Si no se absorbe suficiente vitamina D, puede llegar a aparecer osteoporosis en algunas personas, y por ende, mayor probabilidad de fracturas óseas. Las personas que toman orlistat deben asociarlo a un complemento vitamínico que contenga estos nutrientes y que deberá tomarse al menos 2 horas antes o después del orlistat.

La fentermina reduce el apetito al influir en los mensajeros químicos en el área del cerebro que controla el apetito. Solo se puede adquirir con receta. Se toma solo durante un breve periodo de tiempo. Puede producir un aumento de la presión arterial y de la frecuencia cardíaca así como causar insomnio, ansiedad y estreñimiento.

La asociación de fentermina y topiramato (utilizados para tratar las convulsiones y las migrañas) solo está disponible con receta. Esta asociación produce una pérdida de peso durante un periodo de hasta 2 años. Sin embargo, puede causar defectos congénitos, por lo que las mujeres en edad fértil solo pueden tomarlo si están usando un método anticonceptivo y se someten a una prueba de embarazo mensual. Estos medicamentos pueden causar trastornos del sueño y de la concentración, así como aumentar la frecuencia cardíaca.

Lorcaserin se administra solo con receta médica. No está disponible en Estados Unidos debido a la preocupación por un posible aumento del riesgo de cáncer. Suprime el apetito al afectar ciertos receptores cerebrales. Los efectos secundarios incluyen dolor de cabeza, náuseas, mareos, fatiga, sequedad de boca y estreñimiento, pero dichos efectos tienden a desaparecer con el tiempo. Las mujeres embarazadas no deberían tomar lorcaserina. Las personas que toman lorcaserin no deben tomar ciertos antidepresivos (inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, inhibidores de la recaptación de serotonina-norepinefrina e inhibidores de la monoaminooxidasa).

La combinación de naltrexona y bupropión sólo se puede adquirir con receta. Puede ayudar a las personas a perder peso cuando se usa en combinación con dieta y ejercicio. La naltrexona (por sí sola) se usa para bloquear los efectos de los opioides y para ayudar a los alcohólicos a dejar la bebida. La naltrexona también puede ayudar a reducir el apetito. El bupropión (por sí solo) se usa para tratar la depresión y para ayudar a los fumadores a dejar el tabaco. El bupropión también puede reducir el apetito. Los efectos secundarios del fármaco combinado incluyen hipertensión arterial, náuseas, vómitos y dolor de cabeza. Las personas con hipertensión arterial incontrolada, que hayan tenido convulsiones o que sufran un trastorno convulsivo no deben tomar este medicamento.

La liraglutida se utiliza para tratar la diabetes de tipo 2 y la obesidad. La liraglutida actúa frenando el paso del alimento desde el estómago. Se debe administrar mediante inyección. Sus efectos secundarios incluyen dolor de cabeza, diarrea, náuseas, vómitos, inflamación del páncreas (pancreatitis) y bajo nivel de azúcar en la sangre (hipoglucemia). Las personas con un tipo de cáncer de tiroides llamado carcinoma medular de tiroides no deben tomar liraglutida.

La semaglutida es un fármaco inyectable utilizado para tratar la diabetes tipo 2 y la obesidad. La semaglutida ayuda al páncreas a liberar la cantidad correcta de insulina y es un inhibidor del apetito. Al igual que la liraglutida, los efectos secundarios más frecuentes de la semaglutida son náuseas y diarrea. La semaglutida no debe ser utilizada por personas que han sufrido un cáncer medular de tiroides o tienen familiares que lo han sufrido. Además, las personas que sufren un trastorno del sistema endocrino llamado síndrome de neoplasia endocrina múltiple tipo 2 (MEN 2, por sus siglas en inglés) no deben tomar semaglutida.

El tirzepatide se utiliza para tratar la diabetes tipo 2. Puede causar una pérdida de peso sustancial y sostenida en adultos que no tienen diabetes. También reduce el riesgo de trastornos cardíacos y endocrinos. Tirzepatide aún no está aprobado para el tratamiento de la obesidad, pero se espera que lo esté en un futuro cercano. Los posibles efectos secundarios incluyen pancreatitis, concentraciones bajas de azúcar en sangre y tumores tiroideos. Las personas con síndrome de neoplasia endocrina múltiple tipo 2 no deben tomarlo.

A algunos preparados para adelgazar, de venta sin receta, incluidas las plantas medicinales, se les atribuye contribuir a la pérdida de peso por el hecho de intensificar el metabolismo, o bien al aumentar la sensación de saciedad, pero no se ha demostrado su eficacia, y además contienen aditivos que pueden ser nocivos o estimulantes (como efedra, cafeína, guaraná y fenilpropanolamina), por lo que deben evitarse.

Obesidad en personas mayores

En los países desarrollados, el porcentaje de personas mayores obesas va en aumento. La obesidad en las personas mayores es una preocupación, porque el exceso de peso aumenta el riesgo de ciertos problemas de salud que tienden a hacerse más frecuentes con la edad: la diabetes, el cáncer, los niveles anormales de grasas (lípidos) en sangre (dislipidemia), la hipertensión arterial, la insuficiencia cardíaca, la arteriopatía coronaria y los trastornos articulares.

Existen varios cambios relacionados con la edad que contribuyen al aumento de peso:

  • La disminución de la actividad física: algunas razones para disminuir la actividad están relacionadas con el envejecimiento, entre ellas la jubilación, la pérdida de capacidad para hacer ejercicio, la aparición de trastornos que hacen dolorosos los movimientos (como la artritis) y padecer trastornos del equilibrio. Otros factores también limitan la actividad física. Por ejemplo, es posible que una persona no quiera caminar porque no hay aceras, hay demasiado tráfico o existen problemas de seguridad.

  • La pérdida de tejido muscular: el tejido muscular se pierde en parte porque la concentración de hormona del crecimiento y de hormonas sexuales (estrógenos en las mujeres y testosterona en los varones) disminuyen. Pero la principal razón por la cual las personas mayores pierden tejido muscular es la inactividad física. Cuanto menos tejido muscular se tenga, menos calorías quema el cuerpo en reposo y más fácil es la ganancia de peso.

  • El aumento de la grasa corporal: cuando la cantidad de tejido muscular disminuye, el porcentaje de grasa corporal aumenta. El tejido graso quema menos calorías. Además, el mayor porcentaje de grasa significa que las personas mayores con un índice de masa corporal normal (IMC), cuyo valor se basa solo en el peso y la estatura, presentan un riesgo de problemas de salud relacionados con el peso mayor de lo previsible. En las personas mayores, el contorno de la cintura predice mejor los riesgos de salud que el IMC.

  • El desplazamiento de la grasa corporal a la cintura: con la edad, la grasa corporal tiende a desplazarse a la cintura. La grasa que se acumula alrededor de la cintura y del abdomen (a diferencia de la de los muslos y las caderas) aumenta el riesgo de padecer trastornos de salud, como hipertensión, diabetes y arteriopatía coronaria.

Para las personas mayores que necesitan perder peso, los médicos recomiendan aumentar la actividad física e introducir cambios en la dieta, ya que mejora la fuerza muscular, la resistencia y el bienestar general, y reduce el riesgo de sufrir enfermedades crónicas como la diabetes. La actividad debe incluir entrenamiento de fuerza y ejercicios de resistencia.

Las personas mayores corren un mayor riesgo de desnutrición que las jóvenes. Por lo tanto, cuando intentan perder peso, deben asegurarse de seguir una alimentación sana y equilibrada.

En las personas de edad avanzada no se han estudiado los medicamentos para perder peso, y en este grupo de población los riesgos pueden superar los beneficios. Sin embargo, el orlistat puede ser útil para las personas mayores con diabetes o hipertensión con sobrepeso u obesidad. Se ha comprobado que la cirugía para perder peso (bariátrica) es segura y eficaz para las personas mayores que funcionan bien.

No hay unanimidad en cuanto a si la pérdida de peso en las personas mayores tiene riesgos para la salud. Los médicos pueden ayudarlas diseñando estrategias para perder peso basadas en sus circunstancias individuales. Es mejor que la pérdida de peso sea supervisada por un médico.

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