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Reanimación cardiopulmonar (RCP) en adultos

PorShira A. Schlesinger, MD, MPH, Harbor-UCLA Medical Center
Reviewed ByDiane M. Birnbaumer, MD, David Geffen School of Medicine at UCLA
Revisado/Modificado dic 2024 | Modificado ene 2025
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Vista para pacientes

La reanimación cardiopulmonar (RCP) es una respuesta organizada y secuencial al paro cardíaco, e incluye

  • Reconocimiento de la ausencia de respiración y circulación

  • Apoyo vital básico con compresiones torácicas y respiración de rescate

  • Soporte vital cardíaco avanzado (SVCA) con control definitivo de la vía aérea y el ritmo

  • Tratamiento posreanimación

(Véase también Reanimación neonatal, y Reanimación cardiopulmonar en lactantes y niños).

La iniciación inmediata de las maniobras de compresión torácica y la desfibrilación temprana (cuando está indicada) son fundamentales para el éxito.

La rapidez, la eficiencia y la aplicación correcta de la reanimación cardiopulmonar con las mínimas interrupciones posibles determinan los resultados exitosos; una rara excepción es el caso de la hipotermia profunda causada por inmersión en agua fría sin ahogamiento, en la que puede lograrse una reanimación exitosa incluso después de un tiempo prolongado de paro cardíaco (1).

Generalidades sobre la reanimación cardiopulmonar

Deben seguirse las guías de la American Heart Association (AHA) para profesionales de la salud (véase figura Asistencia cardíaca de emergencia en el adulto) (2, 3). Si una persona tiene pérdida del conocimiento con posible paro cardíaco, primero se debe establecer la falta de respuesta y confirmar la falta de la respiración o la presencia de una respiración superficial o agónica. Luego, el reanimador debe pedir ayuda. Lo primero que se hace es activar el sistema de emergencia (o el personal de reanimación apropiado en el hospital) y, si es posible, conseguir un desfibrilador. El soporte vital básico debe iniciarse de inmediato (2).

Si nadie responde a la llamada de auxilio, el reaminador debe activar primero el sistema de emergencias y luego comenzar con el soporte vital básico: hacer 30 compresiones torácicas a un ritmo de 100 a 120/min y con una profundidad de 5 a 6 cm, de modo de permitir que la pared torácica recupere su altura completa entre las compresiones y luego abrir la vía aérea (levantar el mentón y llevar la frente hacia atrás) y dar 2 respiraciones de rescate. Se continúa el ciclo de compresiones y respiraciones (véase tabla Técnicas de reanimación cardiopulmonar para profesionales de la salud) sin interrupción; es recomendable cambiar de reanimador cada 2 minutos. Es crucial que incluso los transeúntes no entrenados comiencen y mantengan las compresiones torácicas continuas hasta que llegue la ayuda experta. Por lo tanto, muchos proveedores de atención de emergencia se ocupan en la actualidad de dar instrucciones previas a la llegada a la institución a las personas que llaman, incluyendo instrucciones telefónicas para la reanimación cardiopulmonar solo con compresiones.

En cuanto llega el desfibrilador (manual o automático), se da una descarga no sincronizada si la persona está con fibrilación ventricular o con taquicardia ventricular sin pulso (véase también Desfibrilación). Si se observa un paro cardíaco y existe un desfibrilador en el sitio, una persona en FV o TV debe ser desfibrilada de inmediato, con reanudación de las compresiones inmediatamente después de la descarga; la desfibrilación temprana puede convertir rápidamente la FV o la TV sin pulso en un ritmo con perfusión. Si el ritmo inicial es actividad eléctrica sin pulso o asistolia, se debe administrar una dosis inicial de 1 mg de adrenalina IV/IO (intravenosa/intraósea) tan pronto como sea posible después del reconocimiento del paro cardíaco.

Asistencia cardíaca de emergencia en el adulto

*Si se cuenta con una cantidad adecuada de personal capacitado, la evaluación del paciente, la reanimación cardiopulmonar y la activación del sistema de respuesta de emergencia deben realizarse simultáneamente.

Based on the 2020 American Heart Association Guidelines for Cardiopulmonary Resuscitation and Emergency Cardiovascular Care.

Las técnicas utilizadas en reanimación cardiopulmonar básica para 1 o 2 reanimadores se enumeran en tabla Técnicas de reanimación cardiopulmonar para profesionales de la salud. El dominio se adquiere mejor con el entrenamiento práctico.

Tabla
Tabla

Referencias generales

  1. 1. Gordon L, Paal P, Ellerton JA, Brugger H, Peek GJ, Zafren K: Delayed and intermittent CPR for severe accidental hypothermia. Resuscitation 90:46–49, 2015. doi:10.1016/j.resuscitation.2015.02.017

  2. 2. Panchal AR, Bartos JA, Cabañas JG, et al: Part 3: Adult Basic and Advanced Life Support: 2020 American Heart Association Guidelines for Cardiopulmonary Resuscitation and Emergency Cardiovascular Care. Circulation 142(16_suppl_2):S366–S468, 2020. doi:10.1161/CIR.0000000000000916

  3. 3. Atkins DL, Sasson C, Hsu A, et al: 2022 Interim Guidance to Health Care Providers for Basic and Advanced Cardiac Life Support in Adults, Children, and Neonates With Suspected or Confirmed COVID-19: From the Emergency Cardiovascular Care Committee and Get With The Guidelines-Resuscitation Adult and Pediatric Task Forces of the American Heart Association in Collaboration With the American Academy of Pediatrics, American Association for Respiratory Care, the Society of Critical Care Anesthesiologists, and American Society of Anesthesiologists. Circ Cardiovasc Qual Outcomes 15(4):e008900, 2022. doi:10.1161/CIRCOUTCOMES.122.008900

Reanimación cardiopulmonar: vía aérea y respiración

La apertura de la vía aérea es la segunda prioridad (véase Limpieza y apertura de la vía aérea superiore) después de comenzar las compresiones torácicas. En caso de paro cardíaco extrahospitalario presenciado con un ritmo desfibrilable inicial, es aceptable proporcionar oxigenación pasiva durante los primeros 6 minutos, como parte de un conjunto de medidas de atención de servicios médicos de emergencia destinado a minimizar las pausas en la provisión inicial de reanimación cardiopulmonar y desfibrilación. Para las medidas mecánicas con respecto a la reanimación en niños, véase tabla Guía para reanimación pediátrica—Medidas mecánicas.

Cuando profesionales de la salud proveen la RCP, la ventilación con bolsa-válvula-mascarilla (tipo ambú) debe iniciarse lo antes posible, pero esto no debe retrasar el inicio de las compresiones o la desfibrilación. Los reanimadores no profesionales pueden proporcionar reanimación cardiopulmonar solo con compresiones o, si están entrenados para hacerlo, pueden administrar respiraciones de boca a boca (en adultos, adolescentes y niños) o combinadas de boca a boca y nariz (en lactantes). Si está disponible, se puede insertar una vía aérea orofaríngea para mantener la permeabilidad de la vía aérea durante la ventilación con bolsa-válvula-mascarilla. No se recomienda la compresión del cricoides.

Si aparece una distensión abdominal, vuelve a controlarse la permeabilidad de la vía aérea y se reduce la cantidad de aire enviado en las respiraciones de rescate. La intubación nasogástrica u orogástrica para aliviar la distensión gástrica no debe interrumpir la reanimación cardiopulmonar.

En presencia de rescatistas calificados, se coloca una vía aérea especializada (tubo endotraqueal o vía aérea supraglótica) sin interrupción de las compresiones torácicas después de la reanimación cardiopulmonar inicial y los intentos de desfibrilación, como se describe en Establecimiento y control de la vía aérea. En adultos, se realiza una respiración cada 6 segundos (10 respiraciones/minuto) sin interrumpir la compresión torácica; en lactantes y niños se administran respiraciones cada 2 a 3 segundos (20 a 30 respiraciones/minuto). Sin embargo, la compresión torácica y la desfibrilación deben ser previas a la intubación endotraqueal. A menos que se cuente con personal experimentado, la intubación endotraqueal debe postergarse y comenzar con la ventilación con mascara ambú, mascara laríngea o dispositivos similares.

En los pacientes con sospecha de COVID-19, la American Heart Association publicó una guía provisional para el soporte vital básico y avanzado (1, 2).

Referencias de la vía aérea y la respiración

  1. 1. Edelson DP, Sasson C, Chan PS, et al; American Heart Association ECC Interim COVID Guidance Authors: Interim Guidance for Basic and Advanced Life Support in Adults, Children, and Neonates With Suspected or Confirmed COVID-19: From the Emergency Cardiovascular Care Committee and Get With The Guidelines-Resuscitation Adult and Pediatric Task Forces of the American Heart Association. Circulation 141(25):e933–e943, 2020. doi: 10.1161/CIRCULATIONAHA.120.047463

  2. 2. Goodloe JM, Topjian A, Hsu A, et al: Interim Guidance for Emergency Medical Services Management of Out-of-Hospital Cardiac Arrest During the COVID-19 Pandemic. Circ Cardiovasc Qual Outcomes 14(7):e007666, 2021. doi:10.1161/CIRCOUTCOMES.120.007666

Reanimación cardiopulmonar: circulación

Compresiones torácicas

La compresión torácica debe iniciarse de inmediato tras reconocer el paro cardíacointerrupciones mínimas hasta que esté disponible la desfibrilación. En un paciente inconsciente que no responde y cuyo colapso no fue presenciado, el reanimador entrenado debe comenzar de inmediato con las compresiones cardíacas externas (tórax cerrado) seguida de respiraciones de rescate. Las compresiones torácicas no deben interrumpirse durante > 10 segundos en cualquier momento (p. ej., para intubación, desfibrilación, análisis del ritmo, colocación de catéter IV central o transporte). Un ciclo de compresión consiste en 50% de compresión y 50% de relajación; durante la fase de relajación, es importante permitir que el tórax recupere por completo su volumen original. La interpretación del ritmo y la desfibrilación (si corresponde) se realizan tan pronto como esté disponible un desfibrilador.

La profundidad de las compresiones torácicas recomendada para adultos oscila entre 5 y 6 cm. En forma ideal, la compresión cardíaca externa produce un pulso palpable por cada compresion, aunque el gasto cardíaco es sólo de 20 a 30% del normal. Sin embargo, la palpación del pulso durante la compresión torácica es difícil, incluso para médicos experimentados, y a menudo esto no es confiable. La monitorización cuantitativa de la concentración de dióxido de carbono al final de la espiración brinda una mejor estimación del gasto cardíaco durante les compresiones torácicas; los pacientes con perfusión inadecuada tienen poco retorno venoso hacia los pulmones y, por lo tanto, una baja concentración de dióxido de carbono al final de la espiración. La hiperventilación durante la reanimación cardiopulmonar también puede producir un nivel bajo de dióxido de carbono de final de volumen corriente. Si bien hay evidencia limitada que respalda cifras específicas en la monitorización fisiológica, generalmente se acepta que un nivel de dióxido de carbono al final de la espiración > 10 y, idealmente, > 20 mmHg se asocia con una reanimación cardiopulmonar adecuada. Un aumento súbito y significativo en el nivel de dióxido de carbono de corriente final, o un pulso palpable durante la pausa en las compresiones, indica la restauración de la circulación espontánea.

Existen dispositivos de compresión torácica mecánica; estos son tan eficaces como la compresión manual correctamente realizada y pueden reducir al mínimo los efectos generados por errores y fatiga. Pueden ser particularmente útiles en algunas circunstancias, como durante el transporte del paciente o en el laboratorio de cateterismo cardíaco. Estos dispositivos también se han recomendado para pacientes con sospecha o confirmación de COVID-19 (1).

La compresión cardíaca a tórax abierto a través de la toracotomía puede ser efectiva, pero solo se utiliza en pacientes que han sufrido una lesión torácica penetrante, o inmediatamente después de una cirugía cardíaca (es decir, dentro de las 48 h), en casos de taponamiento cardíaco y especialmente luego de un paro cardíaco en el quirófano, cuando el tórax ya está abierto. Una toracotomía requiere entrenamiento y experiencia y sólo debe realizarse en este contexto.

Complicaciones de la compresión torácica

Una complicación frecuente es la regurgitación seguida de aspiración del contenido gástrico, que causa un riesgo vital neumonía aspirativa en pacientes reanimados.

La separación costocondral y las fracturas costales a menudo son inevitables, dado que debe comprimirse el tórax para lograr un buen flujo sanguíneo. En niños, las fracturas son inusuales debido a la flexibilidad de la pared torácica.

Raras veces se ha informado embolias de médula ósea a los pulmones luego de una compresión cardíaca externa, aunque no hay evidencia de que esto contribuya con la mortalidad. Las lesiones pulmonares son raras, pero puede producirse un neumotórax luego de una fractura costal penetrante. Debe considerarse un neumotórax a tensión en un paciente en el que se recuperó la circulación espontánea después de una reanimación cardiopulmonar prolongada, y luego surgen dificultades para la ventilación, o hipoxia y paro cardíaco.

Es poco probable una lesión miocárdica grave por compresión, con la posible excepción de una lesión a un aneurisma ventricular preexistente.

El temor a estas lesiones no debe desalentar la realización de una reanimación cardiopulmonar.

La laceración hepática es una complicación rara pero potencialmente grave (a veces fatal) y se debe a la compresión del abdomen por debajo del esternón. La rotura del estómago (en especial si está distendido con aire) también es una complicación rara. La rotura tardía del bazo es infrecuente.

Referencia de circulación

  1. 1. Atkins DL, Sasson C, Hsu A, et al: 2022 Interim Guidance to Health Care Providers for Basic and Advanced Cardiac Life Support in Adults, Children, and Neonates With Suspected or Confirmed COVID-19: From the Emergency Cardiovascular Care Committee and Get With The Guidelines-Resuscitation Adult and Pediatric Task Forces of the American Heart Association in Collaboration With the American Academy of Pediatrics, American Association for Respiratory Care, the Society of Critical Care Anesthesiologists, and American Society of Anesthesiologists. Circ Cardiovasc Qual Outcomes 2022;15(4):e008900. doi:10.1161/CIRCOUTCOMES.122.008900

Reanimación cardiopulmonar: desfibrilación

En adultos, el ritmo más común en el paro cardíaco presenciado es la fibrilación ventricular (FV); la conversión rápida a un ritmo de perfusión es esencial. Una taquicardia ventricular (TV) sin pulso se trata de manera similar a una fibrilación ventricular.

La desfibrilación rápida es la única intervención para el paro cardíaco, además de la reanimación cardiopulmonar de alta calidad, que ha demostrado mejorar la supervivencia; sin embargo, el éxito de la desfibrilación depende del tiempo, con una disminución del 10% en el éxito después de cada minuto de FV (o TV sin pulso). Los desfibriladores externos automatizados (DEA) permiten tratar una taquicardia ventricular o una fibrilación ventricular sin pulso con mínimo entrenamiento. Su uso entre agentes de primera respuesta (policía y bomberos) y su disponibilidad en lugares públicos ha aumentado la probabilidad de reanimación exitosa.

Se colocan paletas o almohadillas para desfibrilación, una sobre la pared torácica anterior derecha debajo de la clavícula en la línea medioclavicular y la otra en el quinto o el sexto espacio intercostal izquierdo en la punta del corazón en la línea axilar anterior. En forma alternativa, puede colocarse una almohadilla sobre el hemitórax anterior izquierdo y la otra en el hemitórax posterior izquierdo. Las palas del desfibrilador se usan con pasta conductora; las almohadillas tienen gel conductor incorporado. La mayoría de los desfibriladores usan almohadillas, en lugar de palas.

Se recomienda un choque inicial tan pronto como se detecte un ritmo desfibrilable, después de lo cual se reanudan de inmediato las compresiones torácicas. El nivel de energía utilizada para desfibriladores bifásicos es de entre 150 y 200 joules (2 joules/kg en niños) para el choque inicial; los desfibriladores monofásicos se programan a 360 joules para el choque inicial. El ritmo luego del choque se controla 2 min después de la compresiones torácicas. Los choques siguientes se realizan al mismo nivel de energía o a una energía superior (máximo 360 joules en adultos, o 10 joules/kg en niños). Los pacientes en los que persiste la FV o la TV sin pulso reciben descargas adicionales cada 2 minutos, junto con la compresión torácica y la ventilación continuas y la farmacoterapia opcional.

Reanimación cardiopulmonar: monitorización y acceso IV

La monitorización con ECG permite identificar el ritmo cardíaco de base.

Se puede comenzar con una vía IV; la colocación de 2 vías minimiza el riesgo de perder el acceso venoso durante la reanimación cardiopulmonar. Son preferibles las vías periféricas gruesas en las venas antecubitales. En adultos y niños, puede optarse por una vía central subclavia o femoral si no es posible colocar rápidamente una vía periférica (véase Procedimiento), siempre que esto no implique interrumpir la compresión torácica (que suele ser difícil). Las vías intraóseas (véase Infusión intraósea) son las alternativas, en especial en niños, ya que pueden colocarse en forma rápida para evitar la demora hasta la administración de la primera dosis de einefrina. El catéter venoso femoral (véase Procedimiento), es una buena opción pues no requiere interrupción de la reanimación cardiopulmonar y tiene menos probabilidades de complicaciones letales; sin embargo, la tasa de colocación exitosa es menor pues no existen pulsaciones en la arteria femoral que puedan guiar la colocación.

El tipo y el volumen de líquidos o fármacos administrados dependen de la situación clínica. Por lo general, se administra solución fisiológica al 0,9% por vía IV en infusión lenta (suficiente como para mantener abierta la vía IV); una gran reposición de volumen (soluciones cristaloides y coloides, sangre) solo es necesaria cuando el paro se debe a hipovolemia (véase Reanimación con líquidos intravenosos) o como parte del manejo de un shock cardiogénico después de la recuperación de la circulación espontánea.

Reanimación cardiopulmonar: circunstancias especiales

En el shock eléctrico accidental, el reanimador debe asegurarse de que el paciente no esté en contacto con la fuente eléctrica antes de acercarse a él, para evitar recibir un shock él mismo. El uso de barras o camillas no metálicas y el contacto con la tierra del reanimador permite un rescate seguro del paciente antes de comenzar la reanimación cardiopulmonar.

En el hogamiento, puede comenzarse la respiración de reanimación mientras el paciente está en el agua poco profundo, aunque la compresión torácica debe realizarse con el paciente en posición horizontal sobre una superficie firme.

Si se produce un paro cardíaco luego de una lesión traumática, deben hacerse maniobras de apertura de la vía aérea y un breve período de ventilación externa una vez limpia la vía aérea, dado que la obstrucción de ésta es la causa tratable más probable de paro. Si se sospecha una lesión de la columna cervical, se recomienda el empuje de la mandíbula (véase figura Empuje de la mandíbula), pero no la inclinación de la cabeza y la elevación del mentón. Otras causas de paro cardíaco con buena supervivencia son el taponamiento cardíaco y el neumotótax a tensión, en el que la descompresión con aguja en forma inmediata salva la vida. Sin embargo, la mayoría de los pacientes con paro cardíaco traumático tienen hipovolemia grave por pérdida de sangre (y en estos casos, la compresión torácica puede ser ineficaz) o lesiones cerebrales incompatibles con la supervivencia.

Reanimación cardiopulmonar: medicamentos para el soporte vital cardíaco avanzado

Aunque se usan mucho y desde hace mucho tiempo, no se ha comprobado que ningún medicamento o combinación de medicamentos en particular mejore la supervivencia con indemnidad neurológica hasta el alta hospitalaria en pacientes con paro cardíaco. Algunos agentes mejoran la probabilidad de restablecimiento de la circulación espontánea y, por lo tanto, pueden administrarse en forma razonable (para las dosis, incluidas las pediátricas, véase tabla Medicamentos utilizados habitualmente para la reanimación). El tratamiento farmacológico del shock y el paro cardíaco sigue siendo estudiado.

Tabla
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En un paciente con una vía venosa periférica, la administración de fármacos debe ser seguida de líquido en bolo (goteo "a chorro" en adultos; 3 a 5 mL en niños pequeños) para inyectar el fármaco en la circulación central. En un paciente sin una vía intravenosa o intraósea, puede darse naloxona, atropina y adrenalina, cuando está indicado, a través del tubo endotraqueal en dosis 2 a 2,5 veces mayores que la dosis IV. Durante la administración de un fármaco a través del tubo endotraqueal, debe interrumpirse brevemente la compresión.

Medicamentos de primera línea

El principal fármaco de primera línea utilizado en el paro cardíaco es

  • Adrenalina

Se debe administrar adrenalina en dosis de 1 mg IV/IO tan pronto como sea posible a los pacientes con ritmo inicial no tratable con choques eléctricos, que se puede repetir cada 3 a 5 minutos. Debe administrarse precozmente en ritmos no desfibrilables, porque la evidencia sugiere que la supervivencia aumenta cuando se administra antes en la reanimación (1), o para la taquicardia ventricular (TV) o la fibrilación ventricular (FV) refractaria a 2 descargas. La adrenalina tiene efectos alfa-adrenérgicos y beta-adrenérgicos combinados. Los efectos alfa-adrenérgicos pueden aumentar la presión diastólica coronaria, lo que aumenta la perfusión subendocárdica durante las compresiones torácicas. La adrenalina aumenta también la probabilidad de éxito de la desfibrilación. Sin embargo, los efectos beta-adrenérgicos pueden ser perjudiciales pues aumentan las demanas de oxígeno (en especial del corazón) y producen vasodilatación. No se recomienda la inyección intracardíaca de adrenalina pues, además de interrumpir la compresión precordial, puede provocar un neumotórax, la laceración de una arteria coronaria y un taponamiento cardíaco.

La vasopresina no es más eficaz que la adrenalina y, por lo tanto, no se recomienda como fármaco de primera línea en las guías de la American Heart Association (2). Sin embargo, si no se dispone de adrenalina, se puede sustituir por vasopresina.

Se puede administrar amiodarona en dosis de 300 mg si un tercer intento de desfibrilación no tiene éxito después de la adrenalina. Una dosis adicional de amiodarona (150 mg) pueden administrarse si persisten ritmos desfibrilables refractarios a pesar de 5 o más choques y 2 o más dosis de adrenalina. La amiodarona también tiene valor potencial si la TV o la FV sin pulso recurren después de una desfibrilación exitosa; se administra una dosis inicial más baja (150 mg) durante 10 minutos seguida de una infusión continua. No está comprobado que esto mejore la supervivencia después del alta hospitalaria. La lidocaína es una alternativa antiarrítmica a amiodarona.

Otros medicamentos

Se pueden utilizar varios fármacos adicionales en casos especiales.

El sulfato de atropina es un fármaco vagolítico que aumenta la frecuencia cardíaca y la conducción a través del nodo auriculoventricular. Se administra en caso de bradiarritmias sintomáticas y bloqueo del nodo auriculoventricular de alto grado. No se recomienda para asistolia o actividad eléctrica sin pulso.

Se recomienda aplicar cloruro de calcio en pacientes con hiperpotasemia, hipermagnesemia, hipocalcemia o que presenten toxicidad por antagonistas de los canales de calcio. En otros pacientes, como el calcio intracelular ya está más alto que lo normal, puede ser perjudicial administrar más calcio. Debido a que el paro cardíaco en pacientes con diálisis renal suele ser consecuencia de una hiperpotasemia, o acompañarse de ella, estos pacientes pueden beneficiarse con un ensayo de calcio si no es posible determinar el nivel de potasio en el sitio donde se encuentra el enfermo. Debe tenerse precaución porque el calcio exacerba la toxicidad de la digital y puede producir un paro cardíaco.

Se recomienda lidocaína como alternativa a la amiodarona para la fibrilación ventricular o la TV que no responde a la desfibrilación y a la terapia inicial con vasopresores con adrenalina. También se puede considerar después del retorno de la circulación espontánea tras un paro ardíaco debido a FV o TV (en adultos) para prevenir la recurrencia de la FV o la TV.

En estudios clínicos aleatorizados, no se ha demostrado que el sulfato de magnesio mejore los resultados (3). Sin embargo, puede ser útil en pacientes con taquicardia ventricular helicoidal o en entorchado (torsades de pointes) o deficiencia de magnesio conocida o sospechada (es decir, pacientes alcohólicos, pacientes con diarrea prolongada).

La procainamida es un fármaco de segunda línea para el tratamiento de la FV o la TV refractarias. Sin embargo, la procainamida no se recomienda para el paro cardíaco sin pulso en niños y ya no es recomendada por las guías de la American Heart Association para el tratamiento de las arritmias ventriculares posteriores al paro cardíaco. Sin embargo, según las directrices de 2021 del European Resuscitation Council (Consejo Europeo de Reanimación), el tratamiento de los pacientes hemodinámicamente estables con taquicardia y complejo QRS ancho es una opción, ya que algunos estudios han demostrado una asociación con un número menor de eventos adversos importantes en comparación con la amiodarona (4).

La fenitoína puede utilizarse rara vez para el tratamiento de la TV, pero sólo cuando ésta se debe a toxicidad por digital y es refractaria a otros fármacos. Se administra una dosis de 50 a 100 mg/min cada 5 min hasta que mejore el ritmo o hasta que se alcance una dosis total de 20 mg/kg.

No se recomienda el bicarbonato de sodio, a menos que el paro cardíaco sea causado por hiperpotasemia, acidosis metabólica grave o sobredosis de antidepresivos tricíclicos. Puede considerarse el uso de bicarbonato de sodio si el paro cardíaco es prolongado (> 10 min); se administra sólo si hay buena ventilación. Cuando se utiliza bicarbonato de sodio, deben controlarse la concentración sérica de bicarbonato o el déficit de bases antes de la infusión y después de cada dosis de 50 mEq (1 mEq/kg en niños).

Referencias de fármacos para el soporte vital cardíaco avanzado

  1. 1. Okubo M, Komukai S, Callaway CW, Izawa J. Association of Timing of Epinephrine Administration With Outcomes in Adults With Out-of-Hospital Cardiac Arrest. JAMA Netw Open 4(8):e2120176, 2021. doi:10.1001/jamanetworkopen.2021.20176

  2. 2. Merchant RM, Topjian AA, Panchal AR, et al: Part 1: Executive Summary: 2020 American Heart Association Guidelines for Cardiopulmonary Resuscitation and Emergency Cardiovascular Care. Circulation 142(16_suppl_2):S337-S357, 2020. doi:10.1161/CIR.0000000000000918

  3. 3. Thel MC, Armstrong AL, McNulty SE, Califf RM, O'Connor CM: Randomised trial of magnesium in in-hospital cardiac arrest. Duke Internal Medicine Housestaff. Lancet 350(9087):1272–1276, 1997. doi:10.1016/s0140-6736(97)05048-4

  4. 4. Soar J, Böttiger BW, Carli P, et al: European Resuscitation Council Guidelines 2021: Adult advanced life support [published correction appears in Resuscitation 2021 Oct;167:105-106]. Resuscitation 161:115-151, 2021. doi:10.1016/j.resuscitation.2021.02.010

Tratamiento de arritmias durante la reanimación cardiopulmonar

La FV o la TV sin pulso se tratan con un choque de corriente continua, preferentemente con onda bifásica, tan pronto como sea posible una vez identificados estos ritmos. A pesar de algunas pruebas de laboratorio que indican lo contrario, no se recomienda demorar la desfibrilación para administrar un período de compresiones torácicas. Las compresiones torácicas deben interrumpirse lo menos posible y durante no más de 10 s por vez para la desfibrilación. Los niveles de energía recomendados para la desfibrilación varían:

  • 120 a 200 joules para desfibriladores bifásicos

  • 360 joules para desfibriladores monofásicos

Si este tratamiento no es exitoso después de 2 intentos, debe administrarse 1 mg de adrenalina IV y repetir cada 3 a 5 min. Se intenta la desfibrilación con el mismo nivel de energía o mayor 1-2 min después de cada administración de la adrenalina.

Si persiste la FV, se da amiodarona 300 mg IV. Luego, si recurre la FV/TV, se administra amiodarona 150 mg seguidos de infusión de 1 mg/min durante 6 h; luego, 0,5 mg/min.

Los desfibriladores externos automáticos (DEA) tienen un cable pediátrico que reduce en forma efectiva la energía que recibe el niño. (Para conocer los niveles de energía pediátricos, véase Desfibrilación; para las dosis de los fármacos, véase tabla Medicamentos utilizados habitualmente para la reanimación.)

Un electrodo suelto o desconectado puede simular una asistolia; deben controlarse las conexiones del monitor y observar el ritmo en una derivación alternativa. Si se confirma la asistolia, se administra al paciente adrenalina, 1 mg IV repetida cada 3 a 5 min. No debe realizarse la desfibrilación de una aparente asistolia (porque "puede ser una fibrilación ventricular fina”), pues el choque eléctrico puede lesionar el corazón sin perfusión.

Una actividad eléctrica sin pulso es un colapso circulatorio que se produce a pesar de la presencia de complejos eléctricos satisfactorios en el ECG. Los pacientes con actividad eléctrica sin pulso reciben 1,0 mg de adrenalina por vía intravenosa, que se repite cada 3 a 5 minutos, seguida de una infusión de 500 a 1.000 mL (20 mL/kg en niños) de solución fisiológica si se sospecha hipovolemia. Un taponamiento cardíaco puede causar actividad eléctrica sin pulso, aunque estos trastornos ocurren después de una toracotomía y en aquellos con derrame pericárdico conocido o traumatismos de tórax graves. En esos casos, debe realizarse de inmediato una pericardiocentesis o una toracotomía (véase figura Pericardiocentesis). Rara vez, un taponamiento es una causa oculta de paro cardíaco pero, si se sospecha, puede confirmarse con ecografía o, sino está disponible, con pericardiocentesis.

Reanimación cardiopulmonar: conclusión de la reanimación

Debe continuarse la reanimación cardiopulmonar hasta que el sistema cardiopulmonar esté estabilizado, se decrete la muerte del paciente, o hasta que un reanimador único no sea físicamente capaz de continuar. Si se cree que el paro cardíaco se debe a una hipotermia, se debe continuar la reanimación cardiopulmonar hasta que el cuerpo se recaliente y llegue a 34° C.

La decisión de suspender la reanimación es clínica, y los médicos tienen en cuenta la duración del paro, la edad del paciente, y el pronóstico de las condiciones médicas subyacentes. La decisión se toma en forma típica cuando no se ha establecido la circulación espontánea después de la reanimación cardiopulmonar y se han implementado las medidas de soporte vital cardiovascular avanzado. En pacientes intubados, un dióxido de carbono al final de la espiración (ETCO2) < 10 mmHg después de 20 minutos de reanimación cardiopulmonar: es un signo de mal pronóstico. Los estudios que evaluaron los resultados del paro cardíaco han encontrado que la supervivencia con función neurológica adecuada es < 1% en pacientes mayores (1, 2) con paro cardíaco no presenciado y ritmo inicial no desfibrilable. En un estudio basado en datos de > 10.000 pacientes hospitalizados en Suecia, se identificaron 4 factores que predijeron la no supervivencia a la reanimación: paciente sin telemetría, paro no presenciado, ritmo inicial de asistolia, duración de la reanimación de 10 minutos (3).

Referencias de la terminación de la reanimación

  1. 1. Goto Y, Funada A, Maeda T, Okada H, Goto Y: Field termination-of-resuscitation rule for refractory out-of-hospital cardiac arrests in Japan. J Cardiol 73(3):240–246, 2019. doi:10.1016/j.jjcc.2018.12.002

  2. 2. Grunau B, Scheuermeyer F, Kawano T, et al: North American validation of the Bokutoh criteria for withholding professional resuscitation in non-traumatic out-of-hospital cardiac arrest. Resuscitation 135:51–56, 2019. doi:10.1016/j.resuscitation.2019.01.008

  3. 3. Holmberg MJ, Granfeldt A, Moskowitz A, et al:: Termination of Resuscitation Rules for In-Hospital Cardiac Arrest. JAMA Intern Med Published online January 27, 2025. doi:10.1001/jamainternmed.2024.7814

Reanimación cardiopulmonar: asistencia tras la reanimación

El restablecimiento de la circulación espontánea es solo un objetivo intermedio en la reanimación. El objetivo final es la supervivencia al alta hospitalaria con buena función neurológica, que solo logran una minoría de pacientes con restablecimiento de la circulación espontánea. Para maximizar la probabilidad de un buen resultado, los médicos deben proporcionar una buena atención de apoyo (p. ej., controlar la presión arterial, la temperatura y el ritmo cardíaco) y tratar las condiciones subyacentes, en particular los síndromes coronarios agudos.

La atención posreanimación incluye reducir la incidencia de lesión por reperfusión después del período de isquemia. La atención posreanimación debe comenzar inmediatamente después de que se determine la restauración de la circulación espontánea. Para minimizar el daño hiperóxico a los pulmones, la administración de oxígeno debe reducirse hasta alcanzar una saturación periférica de oxígeno (SpO2) del 94%. La velocidad y el volumen de la ventilación deben ajustarse para obtener una lectura de dióxido de carbono de corriente final de 35 a 40 mmHg. Se debe administrar un bolo de líquido si se tolera, y se debe administrar una infusión de vasopresor según sea necesario para mantener una presión arterial sistólica > 90 mm Hg.

Los estudios de laboratorio luego de la reanimación incluyen gases arteriales, hemograma completo y bioquímica sanguínea, con determinación de electrolitos, glucosa, nitrógeno ureico, creatinina y biomarcadores cardíacos. (La creatina cinasa suele estar elevada debido al daño del músculo esquelético causado por la reanimación cardiopulmonar; es preferible dosar las troponinas, que no es probable que se afecten por la reanimación cardiopulmonar o la desfibrilación.) Debe mantenerse la presión parcial de oxígeno (PaO2) arterial dentro de los valores normales (80 a 100 mmHg). El hematocrito debe mantenerse 30% y la glucosa entre 140 y 180 mg/dL (7,7 a 9,9 mmol/L); los electrolitos, en especial el potasio, deben mantenerse dentro del rango normal.

Angiografía coronaria

La decisión de hacer cateterismo cardíaco después de la reanimación de un paro cardíaco debe ser individualizada, en base al ECG, el criterio clínico del cardiólogo intervencionista y el pronóstico del paciente. Las pautas sugieren hacer una angiografía de emergencia en pacientes adultos con sospecha de causa cardíaca y que sufren infarto de miocardio con elevación del segmento ST (IMEST) en el ECG (1).

No está claro si el cateterismo cardíaco de emergencia (dentro de las siguientes 2 horas) o más tardío (mediana de alrededor de 120 horas después del paro cardíaco) en pacientes sin IMEST en el ECG produce algún beneficio clínico (2). Algunos investigadores abogan por el uso liberal del cateterismo cardíaco después de la recuperación de la circulación espontánea, y realizan el procedimiento en la mayoría de los pacientes a menos que se tengan pocas dudas de que lo más probable es que la etiología no sea cardíaca (p. ej., ahogamiento) o existan contraindicaciones (p. ej., hemorragia intracraneal).

Soporte neurológico

Menos del 10% de los pacientes que sobreviven a un paro cardíaco extrahospitalario presentan una buena función del sistema nervioso central (puntuación de la categoría de rendimiento cerebral [CPC, por sus siglas en inglés] 1 o 2, véase la tabla Escala de categoría de rendimiento cerebral) en el momento del alta hospitalaria (3, 4, 5). Una puntuación de CPC de 1 indica buen rendimiento cerebral (el paciente está consciente, alerta, y capaz de trabajar, pero puede tener un déficit neurológico o psicológico leve). Una puntuación de CPC de 2 indica un rendimiento cerebral moderado (el paciente está consciente, es capaz de realizar actividades de la vida cotidiana y trabajar en un entorno simple). La lesión cerebral hipóxica es el resultado del daño isquémico y de edema cerebral (véase fisiopatología del paro cardíaco). Cuarenta y ocho a 48 a 72 h después de la reanimación se debe determinar la extensión del daño o la recuperación.

Tabla
Tabla

El mantenimiento de la oxigenación y la presión de perfusión cerebral (evitando la hiperventilación, la hiperoxia, la hipoxia y la hipotensión) puede reducir las complicaciones cerebrales. La hipoglucemia o la hiperglucemia pueden dañar el cerebro tras la isquemia, y deben tratarse.

En los adultos, el manejo de la temperatura deseada se recomienda en pacientes que permanecen sin respuesta después de restaurada la circulación espontánea (6, 7). Las recomendaciones actuales sugieren mantener la normotermia (< 37,5° C), aunque muchos investigadores y médicos continúan abogando por la hipotermia (temperatura corporal de 32 a 36° C). En forma independiente de la temperatura objetivo elegida, el manejo activo de la temperatura se inicia en cuando se restablece la circulación espontánea. Las técnicas para inducir y mantener la hipotermia pueden ser externas o internas. Los métodos de enfriamiento externos son fáciles de aplicar y van desde el uso de bolsas de hielo externas a diversos dispositivos de refrigeración externos que circulan grandes volúmenes de agua enfriada sobre la piel. Para refrigeración interna, se puede hacer infusión rápida de líquidos refrigerados IV (4° C) para bajar la temperatura del cuerpo, pero este método puede ser problemático en los pacientes que no pueden tolerar un volumen de líquido adicional. También existen dispositivos de intercambio de calor externos que circulan solución fisiológica enfriada a un catéter IV de intercambio de calor utilizando un diseño de bucle cerrado en el que la solución fisiológica enfriada circula a través del catéter y de vuelta al dispositivo, y no dentro del paciente. Otro método interno para la refrigeración utiliza un dispositivo extracorpóreo que enfría la sangre externamente y luego la devuelve a la circulación central. En forma independiente del método elegido, el objetivo es enfriar al paciente rápidamente y mantener la temperatura central en el objetivo (< 37,5° C si se desea normotermia o entre 32 y 36° C para hipotermia) durante 24 horas después del restablecimiento de la circulación espontánea. No hay evidencia de que alguna temperatura específica dentro de este rango sea superior, pero es imperativo evitar la hipertermia (1, 8).

Hay varios tratamientos farmacológicos, incluyendo eliminadores de radicales libres, antioxidantes, inhibidores de glutamato y bloqueantes de los canales de calcio que tienen beneficios teóricos. Muchos han tenido éxito en modelos animales, pero ninguno ha demostrado ser eficaz en ensayos en humanos.

Soporte de la presión arterial

Las recomendaciones actuales son mantener una tensión arterial media (TAM) > 65 mmHg y una tensión arterial sistólica > 90 mmHg (9). En aquellos con hipertensión conocida, es razonable lograr una presión sistólica 30 mmHg menor que el valor antes del paro. La tensión arterial media debe medirse con un catéter intraarterial. Ya no se usan catéteres en la arteria pulmonar guiado por flujo para monitorizar los valores hemodinámicos.

El mantenimiento de la tensión arterial incluye

  • Infusión IV de cristaloides (solución fisiológica o Ringer de lactato)

  • Fármacos inotrópicos o vasopresores con el objetivo de mantener una tensión arterial sistólica de al menos 90 mmHg y una tensión arterial media de al menos 65 mmHg

  • Raras veces, un balón intraaórtico de contrapulsación

Los pacientes con tensión arterial media baja y presión venosa central baja deben recibir líquidos por vía IV mediante infusión de solución fisiológica al 0,9% en incrementos de 250 mL.

Si bien no se ha comprobado que el uso de fármacos inotrópicos y vasopresores mejore la supervivencia a largo plazo, en adultos mayores con una tensión arterial media moderadamente baja (70 a 80 mmHg) y una presión venosa central normal o elevada puede administrarse un inotrópico (p. ej., dobutamina en dosis de 2 a 5 mcg/kg/minuto). La amrinona o la milrinona son alternativas que rara vez se utilizan (véase tabla Medicamentos utilizados habitualmente para la reanimación).

Si este tratamiento es inefectivo, puede considerarse el uso de dopamina, que es inotrópico y vasoconstrictor. Una alternativa es la adrenalina y los vasoconstrictores periféricos noradrenalina y fenilefrina (véase tabla Medicamentos utilizados habitualmente para la reanimación). Sin embargo, los fármacos vasoactivos deben utilizarse en la mínima dosis necesaria para alcanzar una tensión arterial media baja-normal, pues pueden aumentar la resistencia vascular y disminuir la perfusión a los órganos, en especial en el lecho mesentérico. Estos también aumentan la carga de trabajo del corazón en un momento en que su capacidad está reducida debido a la disfunción miocárdica luego de la reanimación.

Si la tensión arterial media se mantiene < 70 mmHg en pacientes que han sufrido un infarto de miocardio, debe considerarse un balón de contrapulsación intraaórtico. Los pacientes con tensión arterial media normal y presión venosa central elevada o vena cava inferior ensanchada pueden mejorar con tratamiento inotrópico o con reducción de la poscarga con nitroprusiato o nitroglicerina.

Un balón de contrapulsación intraaórtico puede ayudar en casos de bajo gasto cardíaco por falla de bomba ventricular izquierda refractaria a fármacos. Se introduce un catéter balón a través de la arteria femoral, por vía percutánea o mediante arteriotomía, en forma retrógrada hacia la aorta torácica distal a la arteria subclavia izquierda. El balón se infla durante la diástole, aumentando la perfusión en las arterias coronarias, y se desinfla durante la sístole, disminuyendo la poscarga. Ésta es una medida temporaria cuando la causa del shock puede corregirse con cirugía o intervención percutánea (p. ej., infarto agudo de miocardio con obstrucción de una arteria coronaria principal, insuficiencia mitral aguda, comunicación interventricular).

Tratamiento de la arritmia posrestitución de la circulación espontánea

Si bien la fibrilación ventricular (FV) o la taquicardia ventricular (TV) pueden reaparecer después de la reanimación, el uso preventivo de fármacos antiarrítmicos no mejora la supervivencia y no está indicado de forma rutinaria. Sin embargo, en pacientes que presentan estos ritmos, puede tratarse con procainamida, lidocaína (véase Otros medicamentos) o amiodarona (véase Medicamentos de primera línea), además de la desfibrilación.

Los pacientes que sufrieron un paro causado por FV o TV no asociadas con infarto agudo de miocardio son candidatos para la colocación de un cardioversor-desfibrilador implantable. Los cardioversores-desfibriladores implantables se colocan de manera similar a un marcapasos y tienen electrodos intracardíacos y a veces electrodos subcutáneos. Pueden detectar las arritmias y producir una cardioversión o un pulso de marcapasos según necesidad.

Dependiendo de la arritmia específica, las taquicardias supraventriculares rápidas después de la reanimación pueden tratarse con medicamentos utilizados cuando tales arritmias ocurren en otros contextos.

Referencias del tratamiento posreanimación

  1. 1. Wyckoff MH, Greif R, Morley PT, et al: 2022 International Consensus on Cardiopulmonary Resuscitation and Emergency Cardiovascular Care Science With Treatment Recommendations: Summary From the Basic Life Support; Advanced Life Support; Pediatric Life Support; Neonatal Life Support; Education, Implementation, and Teams; and First Aid Task Forces. Circulation 146(25):e483–e557, 2022. doi:10.1161/CIR.0000000000001095

  2. 2. Spoormans EM, Lemkes JS, Janssens GN, et al: Ischaemic electrocardiogram patterns and its association with survival in out-of-hospital cardiac arrest patients without ST-segment elevation myocardial infarction: a COACT trials' post-hoc subgroup analysis. Eur Heart J Acute Cardiovasc Care 11(7):535-543, 2022. doi:10.1093/ehjacc/zuac060

  3. 3. CARES: Cardiac Arrest Registry to Enhance Survival. CARES 2023 Annual Report. https://mycares.net/

  4. 4. Jennett B, Bond M: Assessment of outcome after severe brain damage. Lancet 1(7905):480–484, 1975. doi:10.1016/s0140-6736(75)92830-5

  5. 5. Safar P. Resuscitation after Brain Ischemia. In: Grenvik A, Safar P, editors. Brain Failure and Resuscitation. 1981. pp. 155–184.

  6. 6. Bernard SA, Gray TW, Buist MD, et al: Treatment of comatose survivors of out-of-hospital cardiac arrest with induced hypothermia. N Engl J Med 346:557–563, 2002. doi: 10.1056/NEJMoa003289

  7. 7. Nielsen N, Wetterslev J, Cronberg T, et al: Targeted temperature management at 33°C versus 36°C after cardiac arrest. N Engl J Med 369:2197–2206, 2013. doi: 10.1056/NEJMoa1310519

  8. 8. Granfeldt A, Holmberg MJ, Nolan JP, Soar J, Andersen LW; International Liaison Committee on Resuscitation (ILCOR) Advanced Life Support Task Force: Targeted temperature management in adult cardiac arrest: Systematic review and meta-analysis. Resuscitation 167:160–172, 2021. doi:10.1016/j.resuscitation.2021.08.040

  9. 9. Nolan JP, Sandroni C, Böttiger BW, et al: European Resuscitation Council and European Society of Intensive Care Medicine guidelines 2021: post-resuscitation care. Intensive Care Med 47(4):369–421, 2021. doi:10.1007/s00134-021-06368-4

Más información

El siguiente recurso en inglés puede ser útil. Tenga en cuenta que el MANUAL no es responsable del contenido de este recurso.

  1. American Heart Association 2020 CPR and ECC Guidelines: estas pautas para la reanimación cardiopulmonar (RCP) y la atención cardiovascular de emergencia (ECC) se basan en la revisión más reciente de la ciencia, los protocolos y la educación sobre la reanimación.

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