La celulitis amigdalina es una infección bacteriana de los tejidos que rodean las amígdalas. Un absceso amigdalino es una acumulación de pus detrás de las amígdalas.
En algunas ocasiones, las bacterias que infectan la garganta proliferan y penetran profundamente en los tejidos circundantes.
Los síntomas característicos consisten en dolor de garganta, dolor al tragar, fiebre, inflamación y enrojecimiento.
El diagnóstico se basa en la exploración de la garganta y, en algunos casos, en los resultados de pruebas de diagnóstico por la imagen.
Los antibióticos ayudan a eliminar la infección.
El absceso se drena con una jeringuilla o mediante una pequeña incisión.
(Para la amigdalitis, véase Infección de garganta.)
A veces, las bacterias (en general estreptococos y estafilococos) que infectan la garganta pueden propagarse aún más profundamente en los tejidos circundantes. Esta afección se conoce como celulitis.
Si las bacterias crecen sin control, se forma una acumulación de pus (absceso). Los abscesos pueden formarse cerca de las amígdalas (periamigdalino) o en el lado de la garganta (parafaríngeo). Por lo general, un absceso periamigdalino protruye hacia la garganta, mientras que un absceso parafaríngeo pueden protruir hacia el cuello. Un absceso parafaríngeo es más extenso y más peligroso que uno periamigdalino.
La celulitis amigdalar y los abscesos amigdalares son más frecuentes en adolescentes y adultos jóvenes.
Síntomas de la celulitis amigdalina y del absceso
En la celulitis amigdalina o el absceso amigdalino, la persona afectada siente al tragar un dolor intenso que a veces irradia hacia el interior del oído. También sufre una inflamación grave de la garganta, se siente enferma, tiene fiebre y es posible que tienda a inclinar la cabeza hacia el lado del absceso para aliviar el dolor. Los espasmos de los músculos de la masticación dificultan la apertura de la boca (trismo).
La celulitis causa enrojecimiento e inflamación general por encima de la amígdala y en el paladar blando.
DR P. MARAZZI/SCIENCE PHOTO LIBRARY
Los abscesos periamigdalinos y algunos abscesos parafaríngeos empujan las amígdalas hacia adelante. La úvula (la proyección pequeña y blanda que cuelga de la parte posterior de la garganta) está inflamada y puede desplazarse hacia el lado opuesto al absceso. Otros síntomas frecuentes incluyen voz gangosa (llamada voz de «patata caliente», porque es como si se hablara con un bocado caliente en la boca), babeo, enrojecimiento de las amígdalas, zonas con manchas blancas (exudados), inflamación de los ganglios linfáticos del cuello y aliento fétido (halitosis).
Diagnóstico de la celulitis amigdalina y absceso
Evaluación médica
En ocasiones tomografía computarizada o ecografía
A veces, inserción de una aguja para comprobar si existe un absceso
El absceso periamigdalino y, a menudo, la celulitis se diagnostican en personas con dolor de garganta intenso, además de cualquiera de los síntomas siguientes:
Dificultad para abrir la boca (trismo)
Voz gangosa (en "patata caliente")
Una úvula empujada hacia un lado (sobre todo en personas con un absceso)
Si se sospecha un absceso periamigdalino, se puede realizar una ecografía para identificarlo. El médico puede insertar una aguja en la zona y tratar de eliminar el material infectado o el pus.
Se cultivan muestras del material infectado o del pus (se envían al laboratorio para tratar de hacer crecer las bacterias) con objeto de identificar las bacterias que causan la infección.
No suelen realizarse otras pruebas, pero si el médico no está seguro de la presencia de un absceso parafaríngeo puede recurrir a una tomografía computarizada (TC) o una ecografía para identificarlo.
Tratamiento de la celulitis amigdalina y de los abscesos
Antibióticos
Drenaje de pus
A veces, amigdalectomía
La celulitis amigdalina o el absceso amigdalino se tratan con líquidos y antibióticos, como penicilina o clindamicina, administrados por vía intravenosa o por vía oral. Los antibióticos pueden modificarse en función de los resultados del cultivo. Los antibióticos se continúan durante 10 días.
Si no hay un absceso, el antibiótico suele empezar a reducir la infección en el transcurso de 48 horas.
Si existe un absceso periamigdalino, el médico debe extraer el pus del interior con ayuda de una aguja, o drenarlo mediante una incisión. En primer lugar se insensibiliza la zona con un anestésico en aerosol o mediante inyección. La ecografía puede ayudar a localizar el absceso y así determinar dónde insertar una aguja. El tratamiento con antibióticos se continúa por vía oral o por vía intravenosa. Aunque la mayoría de las personas pueden recibir tratamiento de forma ambulatoria, algunas son hospitalizadas brevemente para administrar antibióticos por vía intravenosa y controlar la respiración.
Los abscesos periamigdalares tienden a repetirse. Las recidivas pueden evitarse con la extirpación quirúrgica de las amígdalas (amigdalectomía), que suele hacerse al cabo de 4 a 6 semanas después de la remisión de la infección, o antes si esta no logra controlarse con antibióticos. Con muy poca frecuencia, la amigdalectomía se realiza de inmediato, por ejemplo, cuando la persona es joven y ha sufrido amigdalitis o sufre apnea obstructiva del sueño.
Si existe un absceso parafaríngeo, suele realizarse cirugía para drenar el pus.