- Introducción a las inmunodeficiencias
- Ataxia-telangiectasia
- Síndrome de Chédiak-Higashi
- Enfermedad granulomatosa crónica (EGC)
- Candidiasis mucocutánea crónica
- Inmunodeficiencia común variable (IDCV)
- Síndrome de DiGeorge
- Síndrome de hiper-IgE
- Síndrome de hiper-IgM (exceso de inmunoglobulina M)
- Déficit de adhesión leucocitaria
- Deficiencia selectiva de inmunoglobulina A (IgA)
- Deficiencia selectiva de anticuerpos con inmunoglobulinas normales
- Inmunodeficiencia combinada grave (ICG)
- Trastornos del bazo e inmunodeficiencia
- Hipogammaglobulinemia transitoria de la infancia
- Síndrome de Wiskott-Aldrich
- Agammaglobulinemia ligada al cromosoma X
- Síndrome linfoproliferativo ligado al cromosoma X
- Deficiencia de ZAP-70
El bazo es fundamental para el funcionamiento del sistema inmunitario. Filtra la sangre, apartando y destruyendo las bacterias y otros microorganismos infecciosos presentes en el torrente sanguíneo. También produce anticuerpos (inmunoglobulinas). (Véase también Introducción a las inmunodeficiencias.)
En los casos de ausencia de bazo congénita o cuando el bazo ha sido dañado o extirpado debido a una enfermedad, existe un riesgo mayor de contraer infecciones bacterianas graves.
Las personas sin bazo necesitan sobre todo las vacunas neumocócica y meningocócica. Es posible que necesiten estas vacunas en diferentes momentos que en el calendario habitual de vacunación infantil.
Si se padece una enfermedad del bazo o no se tiene bazo, se deben tomar antibióticos a la primera señal de infección. Los niños que carecen de bazo deben tomar antibióticos, generalmente penicilina o ampicilina, de forma continua por lo menos hasta los 5 años de edad, a fin de evitar una infección en el torrente sanguíneo. Si también padecen una inmunodeficiencia, deben tomar antibióticos de forma indefinida.