Los tumores neuroendocrinos son crecimientos benignos o malignos que, a veces, producen cantidades excesivas de sustancias similares a las hormonas (como la serotonina), lo que da lugar al síndrome carcinoide. El síndrome carcinoide consiste en un grupo de síntomas específicos que resultan de la acción de estas hormonas excesivas.
Cuando se tienen tumores neuroendocrinos, puede sentirse dolor abdominal de tipo cólico y observarse cambios en las deposiciones.
Si se padece el síndrome carcinoide, suele aparecer rubor y, a veces, diarrea.
Para diagnosticar el síndrome carcinoide, los médicos miden la cantidad de subproducto de serotonina en la orina de la persona.
Se utilizan pruebas de diagnóstico por la imagen para determinar la localización de los tumores.
En ocasiones, es necesario extirpar los tumores quirúrgicamente.
Los síntomas se controlan administrando un tratamiento farmacológico.
Los tumores neuroendocrinos (anteriormente llamados tumores carcinoides) por lo general se originan en las células productoras de hormonas que recubren el intestino delgado u otras partes del tubo digestivo. También pueden formarse en el páncreas, en los pulmones (tumores neuroendocrinos bronquial) o, en raras ocasiones, en los testículos o en los ovarios.
Los tumores neuroendocrinos producen un exceso de sustancias similares a las hormonas, como la serotonina, la bradiquinina, la histamina y las prostaglandinas. Los niveles excesivos de estas sustancias pueden causar una gran variedad de síntomas, denominados conjuntamente síndrome carcinoide. Los tumores neuroendocrinos usan el aminoácido triptófano para producir el exceso de serotonina. Dado que el triptófano suele intervenir en la producción de niacina (vitamina B3), en raras ocasiones puede aparecer una carencia de niacina que da lugar a una enfermedad denominada pelagra.
Cuando los tumores neuroendocrinos se encuentran en el tubo digestivo o en el páncreas, las sustancias que producen se liberan en un vaso sanguíneo que fluye directamente hacia el hígado (vena porta), donde las enzimas las destruyen. Por lo tanto, los tumores neuroendocrinos que se originan en el tubo digestivo por lo general no causan síntomas del síndrome carcinoide a menos que los tumores se hayan diseminado al hígado.
Si se han diseminado al hígado, este órgano no consigue procesar las sustancias antes de que comiencen a circular por todo el organismo. Según cuáles sean las sustancias liberadas por los tumores, así serán los diversos síntomas del síndrome carcinoide. Los tumores neuroendocrinos de los pulmones, de los testículos y de los ovarios también causan síntomas, porque las sustancias que producen evitan el hígado y circulan ampliamente por todo el torrente sanguíneo.
Síntomas
Las personas con tumores neuroendocrinos pueden desarrollar síntomas debidos al crecimiento del tumor; son síntomas similares a los de otros tumores intestinales. Estos síntomas son principalmente, dolor de tipo cólico y alteraciones en los movimientos intestinales como resultado de la obstrucción del intestino causada por el tumor.
Síndrome carcinoide
Menos de un 10% de los casos de tumores neuroendocrinos desarrollan los síntomas del síndrome carcinoide, aunque este porcentaje varía según la localización del tumor.
El síntoma más frecuente, y en muchos casos el primero, del síndrome carcinoide es
Desagradable rubor que, casi siempre, se manifiesta en la cabeza y en el cuello.
Este rubor resulta del ensanchamiento (dilatación) de los vasos sanguíneos, puede ser desencadenado por emociones o ingestión de alimentos, bebidas alcohólicas o líquidos calientes. El rubor puede hacer que la piel presente cambios de color que varían del rojo al violeta y al púrpura. En las personas de piel oscura, el rubor puede causar enrojecimiento o una intensificación del oscurecimiento.
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La contracción excesiva del intestino produce cólicos abdominales y diarrea. Es posible que el intestino no pueda absorber los nutrientes de forma adecuada, lo que da lugar a desnutrición y a heces grasas y fétidas.
Se puede producir una cardiopatía, que puede dar lugar a síntomas de insuficiencia cardíaca derecha, como edema (hinchazón) de los pies y de las piernas.
La obstrucción del flujo de aire en los pulmones da lugar a sibilancias y dificultad respiratoria.
En ocasiones, se pierden el apetito sexual y algunos hombres presentan disfunción eréctil.
Diagnóstico
Análisis de orina para la determinación de los niveles de ácido 5-hidroxi-indolacético (5-HIAA)
A veces, pruebas de diagnóstico por la imagen para localizar un tumor
Cuando los síntomas hacen sospechar la existencia de un tumor neuroendocrino, el diagnóstico del sindrome carcinoide se confirma mediante un análisis de orina recogida durante un periodo de 24 horas, en el que se miden los valores del ácido 5-hidroxi-indolacético (5-HIAA), uno de los derivados químicos de la serotonina. Como mínimo, durante los 3 días anteriores a este análisis, no se deberán ingerir alimentos con gran cantidad de serotonina (como los plátanos, los tomates, las ciruelas, los aguacates, las piñas, las berenjenas y las nueces).
Ciertos fármacos, como la guaifenesina (presente en muchos jarabes para la tos), el metocarbamol (un relajante muscular) y las fenotiazinas (antipsicóticos), también alteran los resultados del análisis. Las personas que están tomando cualquier medicamento, en particular uno de estos, deben hablar con su médico antes de recoger la orina para esta prueba.
Otras causas de enrojecimiento, como la menopausia o la ingestión de alcohol, deben ser descartadas. La formulación de preguntas a la persona afectada (como su edad y su consumo de alcohol) permiten generalmente a los médicos excluir estas otras causas, pero a veces es necesario realizar pruebas. Cuando el diagnóstico del síndrome carcinoide no es definitivo, también se puede administrar un fármaco que produce el rubor (llamada prueba de provocación), pero este método rara vez se utiliza y debe hacerse con cuidado.
Localización del tumor
Para localizar los tumores neuroendocrinos se utilizan diversas pruebas. Estas pruebas incluyen la tomografía computarizada (TC), la resonancia magnética nuclear (RMN) y las radiografías obtenidas después de inyectar una sustancia radiopaca (que es visible en la radiografía) en una arteria (angiografía). A veces, es necesario realizar una cirugía exploratoria para localizar el tumor.
La obtención de imágenes mediante radionúclidos, o gammagrafía, es otra prueba útil. Durante esta prueba, se inyecta por vía intravenosa en el organismo una sustancia que contiene un marcador radiactivo y que se acumula en un órgano en particular. La mayoría de los tumores neuroendocrinos tienen receptores para la hormona somatostatina. Por lo tanto, los médicos pueden inyectar en la sangre una forma radiactiva de somatostatina o una sustancia relacionada y usar imágenes de radionúclidos para localizar un tumor neuroendocrino y determinar si se ha diseminado. Alrededor del 90% de estos tumores se pueden localizar mediante esta técnica. La TC o la RMN contribuyen a confirmar si el tumor se ha diseminado al hígado.
Tratamiento
Octreotide y otros medicamentos para aliviar el rubor y otros síntomas
Extirpación quirúrgica del tumor
Control de los síntomas
Los fármacos octreotida y lanreotida pueden aliviar los síntomas del rubor. Algunas formas de estos medicamentos se pueden administrar solo una vez al mes. Otros tratamientos para el rubor son las fenotiazinas (como proclorperazina) y los fármacos que bloquean la histamina, como la famotidina. Con muy poca frecuencia, la fentolamina se usa para controlar el rubor en personas con síndrome carcinoide. A veces, se administra prednisona cuando existen tumores neuroendocrinos en los pulmones y crisis graves de rubor.
La diarrea se controla con loperamida, codeína, tintura de opio, difenoxilato o ciproheptadina.
La pelagra se previene incluyendo una cantidad adecuada de proteínas en la alimentación y tomando niacina. Los fármacos que bloquean la producción de serotonina, como la metildopa, también ayudan a prevenir la pelagra.
Cirugía y otros tratamientos
Cuando el tumor neuroendocrino se limita a una zona específica, como los pulmones, el apéndice, el intestino delgado o el recto, la extirpación quirúrgica puede erradicar la enfermedad. Si el tumor se ha diseminado al hígado, la cirugía no cura la enfermedad, pero alivia los síntomas. Otros tratamientos, como la embolización, en la que se inyectan sustancias en el tumor a través de los vasos sanguíneos del hígado, también pueden ayudar a curar los tumores hepáticos. Los tumores neuroendocrinos crecen tan despacio que, incluso cuando hay metástasis, la supervivencia oscila entre los 10 y los 15 años.
Varios medicamentos más nuevos, como everolimus, también pueden ser eficaces. La quimioterapia no suele ser útil, pero con frecuencia se prueba la administración de ciertos regímenes (estreptozocina con fluorouracilo y ciclofosfamida) en pacientes cuya enfermedad se ha diseminado. La radioterapia no es útil.