La pericarditis aguda es una inflamación del pericardio (el saco flexible con dos capas que envuelve el corazón) que comienza súbitamente, es dolorosa y causa que los fluidos y los componentes sanguíneos (como la fibrina, los glóbulos rojos y los glóbulos blancos) entren en la cavidad pericárdica.
Está causada por determinadas infecciones y por otros procesos que inflaman el pericardio.
Dos síntomas habituales son fiebre, un dolor torácico punzante, que varía con la posición y con el movimiento, y que, en ocasiones, puede sentirse como un infarto de miocardio.
Los médicos basan el diagnóstico en los síntomas y, en ocasiones, al detectar la presencia de un sonido muy característico durante la auscultación de los latidos cardíacos con el fonendoscopio.
Suele procederse a la hospitalización para recibir tratamiento farmacológico que reduzca el dolor y la inflamación.
(Véase también Introducción a la enfermedad pericárdica y Pericarditis crónica.)
A veces, la inflamación puede provocar que un exceso de líquido entre en la cavidad pericárdica (derrame pericárdico). En ocasiones, cuando la pericarditis se debe a una lesión, a un cáncer o a una intervención quirúrgica en el corazón, el fluido es sangre.
Causas de la pericarditis aguda
Entre las causas de la pericarditis aguda se hallan
Infección (vírica, bacteriana, parasitaria o fúngica y, en personas con infección por el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), tuberculosis o aspergilosis)
Cirugía cardíaca (síndrome de postpericardiotomía)
Lupus eritematoso sistémico (lupus)
Lesión torácica
Cáncer (como leucemia, cáncer de mama, o cáncer de pulmón, o, en personas con infección por VIH, sarcoma de Kaposi)
Radioterapia
Medicamentos, como warfarina y heparina (anticoagulantes), penicilina, procainamida (un medicamento utilizado para tratar los ritmos cardíacos anormales) y fenitoína (un medicamento anticonvulsivo)
Desconocida (pericarditis idiopática o no específica)
En las personas con VIH/sida, diversas infecciones, como por ejemplo la tuberculosis y la aspergilosis, pueden originar una pericarditis. La pericarditis debida a la tuberculosis (pericarditis tuberculosa) representa un pequeño número de casos de pericarditis aguda en Estados Unidos, pero representa la mayoría de los casos en algunas áreas de India y África. La infección por SARS-CoV-2 (el virus que causa la COVID-19) causa pericarditis con poca frecuencia.
Después de un infarto de miocardio, la pericarditis aguda evoluciona durante el primer día o los dos primeros días en el 10 al 15% de las personas y al cabo de 10 días a 2 meses en un porcentaje menor (pericarditis subaguda). La pericarditis subaguda está causada por los mismos trastornos que la pericarditis aguda.
Síntomas de la pericarditis aguda
Por lo general, la pericarditis aguda produce un dolor torácico punzante que muchas veces se extiende hacia el hombro izquierdo y, en ocasiones, baja por el brazo izquierdo. Este dolor es similar al de un infarto de miocardio, pero suele empeorar cuando el paciente se acuesta, cuando deglute alimentos, cuando tose o incluso cuando respira profundamente. El líquido o la sangre que se acumulan en la cavidad pericárdica ejercen presión sobre el corazón e interfieren en su capacidad para bombear la sangre. Si la presión es demasiado alta, se produce un taponamiento cardíaco, que puede llevar a la muerte. A veces la pericarditis aguda no produce ningún síntoma.
La pericarditis secundaria provocada por la tuberculosis comienza de manera insidiosa, a veces sin síntomas evidentes de infección. Puede causar fiebre y síntomas de insuficiencia cardíaca como debilidad, fatiga y dificultad para respirar. Se puede producir un taponamiento cardíaco.
La pericarditis aguda debida a una infección vírica suele ser dolorosa, pero es de corta duración y no produce efectos permanentes.
Si se desarrolla pericarditis aguda durante el primer o el segundo día después de un infarto de miocardio, sus síntomas raramente se perciben, ya que el motivo principal de preocupación lo constituyen los síntomas del infarto de miocardio.
La pericarditis que aparece entre los 10 días y los 2 meses posteriores a un infarto de miocardio suele estar asociada del síndrome de infarto posmiocárdico (síndrome de Dressler), que incluye fiebre, derrame pericárdico (exceso de líquido en la cavidad pericárdica), dolor en la pleura (dolor causado por la inflamación de la pleura, las membranas que recubren los pulmones), derrame pleural (presencia de líquido entre las 2 capas de la pleura) y dolor articular.
Las características de alto riesgo incluyen
Fiebre
Inicio subagudo
Uso de medicamentos inmunodepresores
Traumatismo reciente
Uso de medicamentos anticoagulantes orales
Falta de mejora después del uso de aspirina (ácido acetilsalicílico) o fármacos antiinflamatorios no esteroideos [AINE]
Miopericarditis (pericarditis que afecta tanto el músculo cardíaco como el pericardio)
Derrames pericárdicos moderados o extensos
Los síntomas de la pericarditis aguda a menudo desaparecen por sí solos, pero reaparecen hasta en el 30% de las personas afectadas.
Entre el 15 y el 25% de los sujetos con pericarditis idiopática presentan síntomas que se repiten de forma intermitente durante meses o años (lo que se denomina pericarditis recidivante).
Diagnóstico de la pericarditis aguda
Electrocardiografía
Radiografía de tórax
Ecocardiografía
Pruebas para identificar la causa
La pericarditis aguda se suele diagnosticar a partir de la descripción del dolor y por los sonidos que se escuchan al colocar un fonendoscopio sobre el pecho del paciente. Estos sonidos son similares al crujido de un zapato de cuero o al roce de las hojas secas (roce pericárdico). Gracias a estos sonidos, se puede diagnosticar la pericarditis pocas horas o pocos días después de un infarto de miocardio.
Por lo general, también se realiza una electrocardiografía (ECG), que suele mostrar las anomalías provocadas por la pericarditis. Después, se buscan signos de derrame pericárdico mediante la realización de una radiografía de tórax y una ecocardiografía (un procedimiento que utiliza ondas de ultrasonido para producir una imagen del corazón).
Pruebas para determinar la causa de la pericarditis
A veces, la causa de la pericarditis es obvia, como un reciente ataque al corazón. En otras ocasiones, la causa puede no estar clara.
La ecocardiografía ayuda a descubrir la causa; por ejemplo, la imagen que se muestra en el ecocardiograma o radiografía de tórax puede sugerir la presencia de un cáncer.
Los análisis de sangre pueden detectar algunas de las otras afecciones que causan pericarditis, por ejemplo, leucemia, infecciones, fiebre reumática y aumento de las concentraciones de urea en la sangre como resultado de la degradación de las proteínas en personas con insuficiencia renal.
Si no se conoce la causa de la pericarditis, se puede extraer una muestra del líquido y/o del tejido pericárdico mediante la inserción de una aguja a través de la pared torácica (pericardiocentesis). El líquido y el tejido se envían al laboratorio para su análisis.
Tratamiento de la pericarditis aguda
Fármacos antiinflamatorios, tales como fármacos antiinflamatorios no esteroideos o colchicina
Tratamiento del trastorno subyacente, como por ejemplo el cáncer
En raras ocasiones, tratamiento quirúrgico, como una pericardiotomía
Sea cual sea la causa de la pericarditis, las personas afectadas son hospitalizadas, especialmente las que presentan características de alto riesgo. e. Se somete a la persona afectada a supervisión con el fin de detectar posibles complicaciones, sobre todo, un taponamiento cardíaco.
Fármacos antiinflamatorios
Por lo general, la pericarditis aguda responde a la colquicina (frecuentemente denominada colchicina) o a los AINE (como el ácido acetilsalicílico y el ibuprofeno) ingeridos por vía oral. Una vez que se alivian el dolor y los signos de inflamación, la dosis de los medicamentos se reduce de forma gradual. La colquicina (frecuentemente denominada colchicina) también reduce la posibilidad de que se produzca una nueva pericarditis.
Si el dolor es muy intenso, puede ser necesario administrar un opiáceo, como la morfina.
La prednisona, un corticoesteroide, no alivia el dolor de forma directa, sino que lo alivia mediante la reducción de la inflamación. Sin embargo, la prednisona no se indica en todos los casos, ya que puede agravar una infección vírica (que también puede sufrir la persona afectada). La prednisona también aumenta la posibilidad de que se produzca una nueva pericarditis.
Tratamiento del trastorno subyacente
Están disponibles otros tratamientos de la pericarditis aguda, que varían en función de la causa. Si existe insuficiencia renal, aumentar la frecuencia de las diálisis suele producir mejoría.
Siempre que sea posible, se deben dejar de administrar los fármacos causantes de pericarditis.
Las personas con cáncer pueden responder a la quimioterapia o la radioterapia.
Si reaparece una pericarditis causada por una infección vírica, un traumatismo, o un trastorno no identificado, la administración de aspirina (ácido acetilsalicílico) o de ibuprofeno, en ocasiones junto con colchicina, puede proporcionar alivio. Si estos fármacos no ayudan, se pueden administrar corticoesteroides, siempre y cuando la causa no sea una infección. En ocasiones, los corticoesteroides se inyectan en el espacio pericárdico. Si el tratamiento farmacológico es ineficaz, los médicos pueden proceder a la resección quirúrgica del pericardio.
Si la causa es una infección bacteriana, el tratamiento consiste en la administración de antibióticos y en el drenaje quirúrgico del pus presente en el pericardio.
Tratamiento quirúrgico
Se puede evacuar líquido del pericardio mediante la inserción de un catéter delgado en el espacio pericárdico (pericardiocentesis).
En algunas ocasiones, se introduce a través de la piel un catéter con balón en la punta. A continuación, se infla el balón para realizar un agujero (ventana) en el pericardio. Este procedimiento, denominado pericardiotomía percutánea con balón, se suele realizar como alternativa a la cirugía cuando los derrames son secundarios a un cáncer o cuando se repiten.
Como alternativa, se puede practicar una pequeña incisión por debajo del esternón y extirpar parte del pericardio. A continuación, se introduce un tubo en la cavidad pericárdica. Este procedimiento, denominado pericardiotomía subxifoidea, se realiza a menudo cuando los derrames se deben a infecciones bacterianas. Ambos procedimientos requieren anestesia local, pueden realizarse mientras el paciente permanece en la cama, permiten que el líquido se evacue de forma continua y son eficaces.
Síntomas de la pericarditis aguda
El pronóstico de las personas afectadas con pericarditis depende de la causa. Si la pericarditis ha sido provocada por un virus o si la causa es desconocida, la recuperación se suele lograr en un plazo de 1 a 3 semanas. Las complicaciones o las recidivas pueden retrasar la recuperación. Si existe un cáncer que ha invadido el pericardio, la supervivencia no es mayor de 12 o 18 meses.