El síndrome de fatiga crónica, también denominado encefalomielitis miálgica/síndrome de fatiga crónica (EM/SFC), hace referencia a una fatiga duradera, intensa e incapacitante sin causa física o psicológica comprobada y sin la presencia de anomalías objetivas encontradas en la exploración clínica o en los análisis de laboratorio.
La fatiga es inexplicable y dura 6 meses consecutivos o más.
A veces los síntomas comienzan durante o después de una enfermedad que se asemeja a una infección viral.
El tratamiento incluye el alivio de los síntomas, la terapia cognitivo-conductual y el ejercicio gradual.
Aunque hasta el 25% de las personas refieren haberse encontrado cansadas de forma crónica, sólo el 0,5% (1 de cada 200) tiene el síndrome de fatiga crónica. El síndrome de fatiga crónica afecta, principalmente, a personas con edades comprendidas entre 20 y 50 años y se describe más a menudo en mujeres jóvenes y de mediana edad que en hombres, aunque se ha identificado en personas de todas las edades, incluso en niños. Las personas con síndrome de fatiga crónica tienen síntomas reales y a menudo discapacitantes. El síndrome de fatiga crónica no es lo mismo que pretender tener síntomas (un trastorno conocido como simulación).
Causas del síndrome de fatiga crónica
A pesar de que se ha realizado un número considerable de investigaciones, la causa del síndrome de fatiga crónica sigue siendo desconocida. Existe controversia sobre si existe una causa única o muchas causas, y sobre si la causa es física o mental, pero en un caso u otro los síntomas son bien reales para la persona.
Algunos investigadores creen que al final se demostrará que el síndrome tiene diversas causas, entre ellas la predisposición genética y la exposición a microorganismos, toxinas y otros factores físicos y emocionales.
Enfermedades infecciosas
Algunos estudios han sugerido como posibles causas del síndrome de fatiga crónica varias infecciones: por el virus de Epstein-Barr, por el citomegalovirus, por la bacteria que causa la enfermedad de Lyme o por Candida (una levadura). Sin embargo, las investigaciones actuales indican que estas infecciones no causan este síndrome. Además, no existen pruebas de que otras infecciones (como las infecciones causadas por el virus de la rubéola, el herpesvirus o el virus de la inmunodeficiencia humana [VIH]) estén relacionadas con el síndrome.
Algunas personas que se han recuperado de la infección por COVID-19 presentan síntomas persistentes. Algunos de estos síntomas son consecuencia del daño orgánico causado por la infección y/o el tratamiento, mientras que otros pueden ser consecuencia de trastorno por estrés postraumático (TEPT). Además, en algunas personas, el COVID-19 parece desencadenar el síndrome de fatiga crónica típico. En la actualidad, los datos y la información disponibles sobre los efectos a largo plazo del COVID-19 son limitados, por lo que se necesitan más estudios para determinar si algunas personas con recuperación tardía desarrollan el síndrome de fatiga crónica.
Alteraciones del sistema inmunitario
Es posible que el sistema inmunitario sufra algunas pequeñas anomalías. En conjunto se puede denominar desregulación del sistema inmunitario. Sin embargo, no existen anomalías que sean específicamente característica del trastorno. Las personas con síndrome de fatiga crónica no tienen un problema clínicamente serio que afecte a su sistema inmunitario. Las personas con síndrome de fatiga crónica no están inmunocomprometidas y no presentan un mayor riesgo de infecciones. No existen pruebas que indiquen que las alergias sean la causa, aunque alrededor del 65% de las personas con síndrome de fatiga crónica refieren alergias previas. Se ha demostrado que no hay anomalías hormonales o trastornos de la salud mental que causen el síndrome de fatiga crónica.
Factores genéticos y medioambientales
El síndrome de fatiga crónica parece ser más frecuente en algunas familias, lo que seguramente apoya la teoría del componente genético o del desencadenante ambiental. Por otro lado, los miembros de una misma familia pueden responder de manera similar al estrés físico y psicosocial y/o pueden haber estado expuestos a las mismas sustancias.
Síntomas del síndrome de fatiga crónica
La mayoría de las personas que sufren síndrome de fatiga crónica son perfectamente capaces y funcionan a un alto nivel hasta que comienza el trastorno, por regla general de forma abrupta y a menudo después de un acontecimiento estresante. El síntoma más importante es la fatiga que dura al menos 6 meses y es lo suficientemente intensa como para dificultar las actividades diarias. El intenso cansancio está presente incluso al despertarse, persiste durante todo el día y a menudo empeora con los esfuerzos físicos o durante periodos de estrés psicológico. Sin embargo, no hay indicios físicos de debilidad muscular o de alteraciones articulares o neurológicas. La fatiga extrema puede comenzar durante o después de la recuperación de una enfermedad que se asemeja a una infección viral, con fiebre, secreción nasal, y ganglios linfáticos sensibles o dolorosos. Sin embargo, en muchas personas, la fatiga comienza sin que la preceda ninguna de las enfermedades mencionadas.
Otros síntomas que pueden aparecer son dificultad para concentrarse o para dormir, dolor de garganta, cefalea (dolor de cabeza, jaqueca), dolores articulares, musculares y abdominales. La depresión es común, sobre todo cuando los síntomas son graves o empeoran. Los síntomas a menudo se superponen con los de la fibromialgia, un trastorno posiblemente relacionado.
Diagnóstico de síndrome de fatiga crónica
Pruebas de laboratorio para excluir otras causas de los síntomas
No se dispone de pruebas de laboratorio que confirmen el diagnóstico de síndrome de fatiga crónica. Los médicos, por lo tanto deben descartar otras enfermedades que pueden causar síntomas similares. A veces se realizan pruebas para descartar trastornos como la anemia, alteraciones electrolíticas, insuficiencia renal, trastornos inflamatorios (como la artritis reumatoide), trastornos del sueño o trastornos de la glándula tiroidea o de las glándulas suprarrenales. El diagnóstico del síndrome de fatiga crónica se realiza solo si no se encuentra ninguna otra causa, incluidos los efectos adversos de fármacos, que explique la fatiga y otros síntomas.
En 2015, el Instituto de medicina (actualmente la División de salud y medicina de las Academias nacionales de ciencias, ingeniería y medicina) propuso un nuevo nombre para este trastorno, enfermedad sistémica de intolerancia al esfuerzo (ESIE). También afirmaron la validez de este trastorno debilitante y simplificaron los criteria for diagnosis (criterios diagnósticos). Los criterios requieren que la persona presente los 3 síntomas siguientes:
Una reducción o deterioro sustancial de la capacidad para participar en los niveles de actividad ocupacional, educativa, social o personal previos a la enfermedad que dura más de 6 meses y que se acompaña de fatiga, a menudo profunda, es de aparición nueva o definida (no ha sido así durante toda la vida), no es el resultado de esfuerzos excesivos y no se alivia sustancialmente con el descanso.
Los síntomas empeoraron con la actividad física
Sueño no reparador
También se requiere al menos una de las manifestaciones siguientes:
Dificultad para pensar
Sensación de aturdimiento o mareo al estar de pie que se alivia al tumbarse
La frecuencia y la gravedad de los síntomas deben ser valoradas por un médico. Si la persona afectada no presenta estos síntomas al menos la mitad de las veces con intensidad moderada, sustancial o grave, los médicos reconsideran el diagnóstico de síndrome de fatiga crónica.
Los criterios diagnósticos son importantes principalmente porque ayudan a los médicos a comunicarse claramente cuando estudian un problema. Sin embargo, cuando se trata a un individuo concreto, los médicos se centran más en los síntomas de esa persona que en los criterios.
Tratamiento del síndrome de fatiga crónica
Terapia cognitivo-conductual
Ejercicio gradual
Fármacos para el tratamiento de la depresión, los problemas relacionados con el sueño o el dolor, si están indicados
En la mayoría de los casos los síntomas del síndrome de fatiga crónica disminuyen con el paso del tiempo. Sin embargo, son necesarios años para que los síntomas desaparezcan, y no todos llegan a desaparecer. Estos sujetos pueden recuperarse más plenamente si se centran más en las funciones que pueden recuperar que en la cantidad de funciones que han perdido.
Se tratan los síntomas específicos como el dolor, la depresión y la falta de sueño. Merece la pena intentar la terapia cognitiva conductual y el ejercicio gradual, que han ayudado a algunas personas.
Terapia cognitivo-conductual
La terapia cognitivo-conductual suele ser un breve curso de psicoterapia enfocado en redirigir los pensamientos desalentadores que podrían impedir la perspectiva positiva que puede ayudar a la recuperación.
Ejercicio gradual
Los periodos excesivos de descanso prolongado originan una mala condición física y de hecho pueden empeorar los síntomas del síndrome de fatiga crónica. La introducción regular de ejercicios aeróbicos, como caminar, nadar, montar en bicicleta o correr bajo estricta supervisión médica (lo que se denomina un programa de ejercicio físico gradual), pueden reducir la fatiga y mejorar la función corporal. Los programas de rehabilitación física estructurados y formales pueden funcionar mejor.
Medicamentos y terapias alternativas
Se tratan los síntomas específicos del síndrome de fatiga crónica, como el dolor, la depresión y la falta de sueño.
Se han probado numerosos medicamentos diferentes y numerosas terapias alternativas para aliviar la fatiga crónica en sí misma. Aunque muchos tratamientos, como los antidepresivos y los corticoesteroides, parecen hacer que algunas personas se sientan mejor, ninguno es claramente eficaz para todo el mundo. Tanto para la persona como para el médico puede ser difícil saber qué tratamiento es efectivo, porque los síntomas son diferentes en cada persona y además pueden aparecer y desaparecer por sí solos.
La mejor manera de probar los tratamientos es mediante los ensayos clínicos controlados, que comparan los beneficios de un fármaco con los de un placebo (una sustancia parecida pero que no contiene ningún ingrediente activo). Ninguna terapia farmacológica ha demostrado su eficacia en ensayos controlados para el tratamiento del síndrome de fatiga crónica. Diversos tratamientos dirigidos a posibles causas, como el uso de interferones, inyecciones intravenosas de concentrado de inmunoglobulinas y fármacos antivíricos, han resultado en su mayoría decepcionantes y potencialmente peligrosos. Los suplementos dietéticos, como el aceite de onagra, los suplementos con aceite de pescado y vitaminas a altas dosis, se usan frecuentemente, pero sus beneficios siguen sin estar comprobados. Otros tratamientos alternativos (por ejemplo, ácidos grasos esenciales, extractos de hígados animales, dietas de exclusión y la extracción de empastes dentales) también han sido ineficaces. Es mejor evitar los tratamientos que no tienen beneficios comprobados ya que pueden tener efectos adversos.
Más información
Los siguientes son recursos en inglés que pueden ser útiles. Tenga en cuenta que el MANUAL no se hace responsable del contenido de estos recursos.
Centers for Disease Control and Prevention, Chronic Fatigue Syndrome (CFS): (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades [CDC, por sus siglas en inglés], Síndrome de Fatiga Crónica [SFC]): información general sobre el síndrome de fatiga crónica y sus síntomas y tratamiento
Committee on the Diagnostic Criteria for Myalgic Encephalomyelitis/Chronic Fatigue Syndrome; Board on the Health of Select Populations; Institute of Medicine. Beyond Myalgic Encephalomyelitis/Chronic Fatigue Syndrome: redefiniendo una enfermedad. Washington (DC): National Academies Press (US); 2015 Feb 10.