Los cálculos renales son tristemente conocidos por estar entre las afecciones médicas más dolorosas que una persona puede experimentar, y se han vuelto cada vez más frecuentes en las últimas décadas. En la actualidad, aproximadamente uno de cada 10 estadounidenses tendrá un cálculo renal en algún momento de su vida. Su reputación de afección dolorosa, combinada con su creciente prevalencia, lleva a que las personas estén interesadas en hacer todo lo posible para evitarlos. Esta atención ha llevado a muchos mitos y conceptos erróneos sobre los cálculos renales, qué los causa y qué puede ayudar a prevenirlos.
Estos son seis de los mitos más comunes en torno a los cálculos renales y lo que los pacientes necesitan saber para conocer la verdad.
Mito n.º 1: todos los cálculos son dolorosos
Realidad: los cálculos renales son masas duras que se forman en las vías urinarias y pueden causar dolor, hemorragia, infección u obstrucción del flujo de orina. Pero no siempre son dolorosos, especialmente cuando se forman por primera vez. Los primeros signos de los cálculos pueden ser sangre en la orina o dolor de espalda leve. Sin embargo, en otros casos, los cálculos renales pueden ser extremadamente dolorosos y causar náuseas y vómitos.
Mito n.º 2: los cálculos más grandes son siempre más dolorosos
Realidad: el tamaño es solo uno de los factores que determina lo doloroso y potencialmente peligroso que puede ser un cálculo renal. La ubicación del cálculo es el otro elemento que se debe tener en cuenta. Un cálculo más pequeño en un mal lugar puede crear una obstrucción que sea increíblemente dolorosa y que obligue a ir a la sala de emergencias. Según la ubicación del cálculo, las personas pueden sentir dolor en la espalda o en la parte inferior del abdomen, o pueden experimentar cólico renal, es decir, un dolor insoportable e intermitente, generalmente en la zona entre las costillas y la cadera, en un lado del flanco o la espalda, que se irradia por el abdomen y, a menudo, se extiende hasta la zona genital. El dolor tiende a aparecer en tandas y aumenta gradualmente hasta alcanzar una intensidad máxima para, a continuación, disiparse en los siguientes 20 a 60 minutos.
Mito n.º 3: los cálculos renales siempre requieren atención médica
Realidad: los cálculos renales a menudo requieren tratamiento médico urgente, pero no siempre. Algunas personas, incluidas aquellas con antecedentes familiares o afecciones médicas asociadas, como la enfermedad de Crohn o la colitis ulcerosa, tienen más probabilidades de tener cálculos renales crónicos o repetidos. Estas personas pueden desarrollar estrategias para controlar el dolor de manera segura y eliminar los cálculos en su casa. Las personas que experimenten dolor en el flanco o que observen sangre en la orina pueden ver a un médico de cabecera o urólogo para que les realice un análisis de orina y un estudio por imágenes para confirmar el diagnóstico de cálculos renales y desarrollar un plan de tratamiento con su médico.
Sin embargo, hay varios síntomas que justifican un tratamiento de emergencia. Las personas deben dirigirse al servicio de urgencias si experimentan dolor intenso y persistente, náuseas y vómitos o fiebre, lo que podría indicar una infección.
Mito n.º 4: los cálculos renales son más prevalentes en los hombres
Realidad: hace unas décadas, los hombres tenían una mayor tendencia de desarrollar cálculos renales. Ya no es así. Hoy en día, muchas más mujeres sufren cálculos renales, y los hombres y las mujeres tienen casi la misma probabilidad de desarrollarlos. Los investigadores creen que hay muchas razones para este cambio, que incluyen el hecho de que, en la actualidad, las personas del mundo occidental siguen una dieta más ácida, así como el aumento en la prevalencia de la obesidad, diabetes y otros factores de riesgo.
Mito n.º 5: el té helado causa cálculos renales y el jugo de arándanos los previene
Realidad: muchas personas creen que ciertas bebidas aumentan las probabilidades de desarrollar cálculos renales. El café, la leche, los refrescos y el té helado están todos en la lista de sospechosos habituales. La realidad es que los desencadenantes varían en cada persona. Las bebidas ácidas o aquellas con alto contenido de calcio o cafeína pueden ser desencadenantes para algunos, pero ciertamente no lo son para todos. Las personas que sufren cálculos renales deben hablar con su médico y someterse a algunas pruebas antes de evitar completamente esos alimentos o bebidas.
A la hora de prevenir los cálculos renales, el jugo de limón es mejor que el jugo de arándanos. Se ha demostrado que las bebidas cítricas aumentan los niveles de citrato en la orina, lo que puede minimizar la formación de cálculos. Sin embargo, según investigaciones, la cantidad de la bebida que una persona consume tiene un impacto mucho mayor que el tipo de bebida que toma. Trate de beber al menos 3 litros (100 onzas) de líquidos por día (independientemente del líquido que sea), para mantener los riñones limpios y disminuir la concentración de sales formadoras de cálculos.
Mito n.º 6: si el dolor desaparece, se ha eliminado el cálculo
Realidad: desafortunadamente, el alivio que se obtiene al disminuir el dolor no significa necesariamente que se haya eliminado el cálculo. El nivel de dolor puede variar a medida que el cálculo crece y se desplaza. Los estudios muestran que de los cálculos que se eliminan solos, el 95 % se eliminará en un plazo de cuatro a seis semanas. Si el dolor no remite después de aproximadamente un mes, el potencial de que el cálculo se elimine por sí mismo se reduce y vale la pena consultar con un médico acerca de otras opciones de extracción.
Para obtener más información sobre los cálculos renales y su tratamiento, visite la página de los Manuales o la página de Datos breves sobre el tema.