Silicosis

Durante la respiración normal, el aire viaja a través de la nariz, baja por la tráquea y penetra en vías respiratorias cada vez más pequeñas llamadas bronquios. Los bronquios se dividen en bronquiolos y finalmente en unas agrupaciones de sacos frágiles y delgados parecidos a racimos de uvas llamados alvéolos. Los alvéolos son los lugares donde se intercambia el oxígeno por dióxido de carbono en la sangre. Las personas que trabajan en minas o en canteras, o las que trabajan con sustancias como el hormigón (concreto) o el vidrio, presentan un mayor riesgo de inhalar pequeñas partículas de polvo de sílice. La sílice es un cristal común y natural y es el componente principal de la arena. Las diminutas partículas de sílice viajan a través de las vías respiratorias de menor calibre hasta los sacos alveolares. Dentro de los alvéolos, las partículas de sílice son absorbidas por unas células inmunitarias llamadas macrófagos, diseñadas para destruir microrganismos extraños en el cuerpo mediante enzimas específicas. Desafortunadamente, en lugar de que los macrófagos destruyan la sílice, esta resulta letal para estas células inmunitarias, que liberan enzimas a medida que mueren. Cuando se liberan las enzimas, estas actúan como irritantes en los pulmones e inician un proceso inflamatorio. Cuando esto sucede, las células especiales llamadas fibroblastos entran y comienzan a depositar tejido fibroso alrededor de las partículas, formando nódulos de tejido cicatricial en los pulmones. La acumulación de tejido cicatricial finalmente reduce el intercambio de oxígeno en los pulmones y causa dificultad respiratoria que empeora progresivamente. Otros síntomas de silicosis pueden incluir dolor torácico y tos seca y áspera que puede producir sangre.

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