Tumores óseos metastásicos

PorMichael J. Joyce, MD, Cleveland Clinic Lerner School of Medicine at Case Western Reserve University;
David M. Joyce, MD, Moffitt Cancer Center
Revisado/Modificado jul 2022 | Modificado oct 2023
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Los tumores malignos que comienzan en cualquier lugar del cuerpo se pueden diseminar (pueden hacer metástasis) a los huesos.

  • En particular, los cánceres de mama, pulmón, próstata, riñón, glándula tiroidea y colon pueden hacer metástasis óseas.

  • El principal síntoma es dolor óseo.

  • Una prueba de diagnóstico por la imagen, como rayos X, resonancia magnética (MRI) o tomografía computarizada, puede mostrar la alteración ósea, o bien puede ser necesario extraer y analizar una muestra de tejido (biopsia).

  • Se puede indicar radioterapia, quimioterapia o cirugía según el tipo de cáncer que se haya diseminado.

Los tumores óseos metastásicos son cánceres que se han extendido a los hueso desde su localización original (primaria) en algún otro lugar del organismo (véase Desarrollo y diseminación del cáncer).

Entre los cánceres con mayor probabilidad de extenderse a los huesos se incluyen los que tienen su origen en las áreas siguientes:

El cáncer de mama es el cáncer más común que se disemina al hueso. Sin embargo, cualquier cáncer puede finalmente extenderse al hueso. El cáncer puede extenderse a cualquier hueso, aunque no es frecuente que los cánceres se extiendan a huesos situados por debajo de la mitad del antebrazo o de la pantorrilla.

(Véase también Introducción a los tumores óseos y Introducción al cáncer.)

Síntomas de los tumores óseos metastásicos

Los tumores óseos metastásicos causan finalmente dolor óseo, pero pueden ser asintomáticos durante algún tiempo. El dolor puede ser intenso. El dolor puede presentarse en reposo o por la noche y tiende a empeorar progresivamente.

Los tumores cancerosos debilitan gradualmente un hueso. La debilidad facilita la rotura (fractura) del hueso mientras se realizan actividades cotidianas (lo que se denomina fractura patológica).

Diagnóstico de tumores óseos metastásicos

  • Radiografías

  • Gammagrafía ósea

  • Otras pruebas de diagnóstico por la imagen

  • En ocasiones, biopsia

Una persona que tenga o que haya tenido cáncer y presente dolor o tumefacción en los huesos, debe ser examinada por un médico para descartar posibles tumores óseos metastásicos.

A veces los médicos indican en primer lugar radiografías simples. Sin embargo, las gammagrafías óseas, en las que se emplean trazadores radiactivos, permiten valorar todo el esqueleto de una sola vez y ayudan a localizar tumores que podrían no aparecer en las radiografías simples.

Para evaluar una sola área de hueso se realizan otras pruebas de diagnóstico por la imagen como resonancia magnética nuclear (RMN), tomografía computarizada (TC), o tomografía por emisión de positrones (PET). La tomografía por emisión de positrones (PET) se acostumbra a combinar con tomografía computarizada (PET-CT) cuando se emplea para valorar tumores.

En ocasiones, un tumor metastásico en el hueso provoca síntomas incluso antes de que se haya detectado el cáncer original. Los síntomas pueden consistir en dolor óseo (en particular dolor que afecta más de un área debido a los múltiples tumores) o en una fractura en la zona donde el tumor ha debilitado el hueso (una fractura patológica). En estas situaciones, la biopsia puede dar pistas para la localización del cáncer original, ya que el tipo de tejido canceroso puede ser reconocido con frecuencia al microscopio. Esta información puede dirigir al médico hacia el lugar donde comenzó el cáncer original (por ejemplo, los pulmones, las mamas, la próstata, los riñones, la glándula tiroidea o el colon).

Una vez diagnosticado un tumor óseo metastásico, los médicos indican otras pruebas para determinar dónde comenzó el cáncer original. Por ejemplo, se puede realizar una radiografía de tórax o una tomografía computarizada (TC) de tórax para buscar tumores en los pulmones o una mamografía para buscar tumores en la mama.

Tratamiento de los tumores óseos metastásicos

  • Radioterapia

  • Cirugía para estabilizar el hueso

  • Extirpación quirúrgica de los tumores

  • Medidas para disminuir la pérdida ósea

El tratamiento de los tumores óseos metastásicos depende del tipo de cáncer que se ha extendido al hueso. Algunos tipos responden a la quimioterapia, otros a la radioterapia, algunos a ambos tratamientos y otros a ninguno de los dos. La radioterapia suele ser lo más eficaz.

Frecuentemente se practica cirugía para la estabilización quirúrgica del hueso con el fin de tratar las fracturas e incluso, en ocasiones, prevenirlas. La cirugía para las fracturas patológicas puede consistir en la colocación de una varilla en el interior del hueso, el uso de placas y tornillos para estabilizarlo o la extirpación del hueso afectado y la reconstrucción del miembro y de la articulación.

Cuando se ha eliminado el cáncer original (primario) y sólo queda un tumor simple en el hueso, especialmente si el tumor se ha desarrollado años después del tumor original, el tumor simple se extirpa quirúrgicamente y se reconstruye el hueso. En ocasiones esta extirpación y reconstrucción se combina con radioterapia, quimioterapia, o ambas. Esta combinación de tratamiento rara vez cura el cáncer, pero puede mejorar significativamente la calidad de vida de la persona afectada, así como la funcionalidad o la apariencia de la extremidad.

Los objetivos del tratamiento son minimizar la pérdida de tejido óseo, aliviar el dolor y permitir la movilidad.

La pérdida del tejido óseo causa dolor y hace que los huesos tiendan a fracturarse, cuyo tratamiento requiere a veces cirugía. La pérdida ósea se puede minimizar utilizando radioterapia y fármacos que evitan la pérdida de hueso (como los bisfosfonatos o el denosumab) antes de que sea generalizada y cause dolor.

Para aliviar el dolor en la columna vertebral se puede realizar una cifoplastia o una vertebroplastia. Se puede realizar cualquiera de estos dos procedimientos, siempre que los tumores estén provocando el colapso de la vértebra pero no estén presionando la médula espinal. En la cifoplastia se inserta un globo dentro de la vértebra y se expande para restaurar la forma original del hueso y prevenir un posterior colapso. Después se inyecta cemento óseo (metil metacrilato). La vertebroplastia es similar a la cifoplastia, excepto en que no se inserta ningún globo. Si existe un riesgo de que los tumores provoquen un colapso que podría presionar la médula espinal y lesionarla (causando debilidad o parálisis en las piernas) se puede recomendar un tratamiento, como una cirugía, para descargar la presión y estabilizar la columna vertebral.

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