Problemas de comportamiento en los adolescentes

PorSharon Levy, MD, MPH, Harvard Medical School
Revisado/Modificado jul 2022 | Modificado sept 2022
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Datos clave

La adolescencia es el momento en que se desarrolla la independencia. Por regla general, los adolescentes ejercitan su independencia cuestionando (y a veces quebrantando) las normas. Los progenitores y los médicos han de diferenciar los errores de juicio esporádicos, que son característicos y esperables en este grupo de edad, de una mala conducta que requiere tratamiento profesional. La gravedad y la frecuencia de las infracciones son indicios. Por ejemplo, el hecho de beber con regularidad e involucrarse a menudo en peleas, absentismo escolar sin permiso (hacer novillos) y hurtos es mucho más significativo que los episodios aislados de estas mismas faltas. Otros signos de alarma de un posible trastorno del comportamiento son el empeoramiento del rendimiento escolar y las fugas del hogar. Son especialmente preocupantes los adolescentes que se lesionan a sí mismos o a otras personas o que usan un arma en una pelea.

Dado que los adolescentes son más independientes y volubles que cuando eran niños, frecuentemente quedan fuera del control físico directo de los adultos. En estas circunstancias, el comportamiento de los adolescentes está determinado por su propia toma de decisiones, que aún no está madura. Los padres actúan como guías en las acciones de los adolescentes, en lugar de controlarlas directamente. Los adolescentes que se sienten queridos y protegidos por sus progenitores, los cuales además transmiten expectativas claras con respecto al comportamiento de sus hijos y muestran unos límites coherentes en cuanto al establecimiento de reglas y su supervisión, son menos propensos a desarrollar problemas graves.

El estilo parental basado en la confianza favorece que los niños participen en la configuración de expectativas y el establecimiento de reglas familiares. Este estilo de crianza implica el establecimiento de límites, lo cual es importante para el desarrollo saludable del adolescente. El estilo parental, en oposición a la crianza autoritaria (en la que los progenitores toman decisiones con el mínimo aporte de sus hijos) o la paternidad permisiva (en la que los progenitores establecen pocos límites), favorece los comportamientos maduros.

Cuando la intervención parental se basa en la autoridad, los padres utilizan un sistema de concesiones gradual, en el que al principio se da a los adolescentes pequeñas parcelas de responsabilidad como cuidar de una mascota, hacer labores domésticas, comprar su propia ropa, decorar su cuarto o gestionar su paga. Si los adolescentes gestionan una responsabilidad o un privilegio de forma apropiada durante un periodo de tiempo, se les conceden más responsabilidades y más privilegios como por ejemplo salir con amigos sin supervisión paterna o conducir. Por el contrario, una actuación poco juiciosa o irresponsable conlleva la pérdida de concesiones. Cada nueva concesión requiere una vigilancia estrecha por parte de los padres para asegurarse de que los adolescentes cumplen con las reglas previamente pactadas.

Algunos padres y sus hijos adolescentes se enfrentan por casi todo. En estas situaciones, el punto central es el control. Los adolescentes quieren sentir que pueden tomar decisiones sobre sus vidas o contribuir a ellas, y los padres tienen miedo de permitir que sus hijos tomen malas decisiones. En estas situaciones, todos se benefician de que los padres seleccionen los frentes concentrando sus esfuerzos en las acciones de los adolescentes (como asistir a la escuela y cumplir con las tareas domésticas) más que en sus manifestaciones (como su atuendo, su peinado o su entretenimiento preferido).

Los adolescentes con comportamiento peligroso o de todo punto inaceptable, a pesar de los mejores esfuerzos de sus padres, requieren ayuda profesional. El consumo de sustancias o drogas es un desencadenante frecuente de los problemas de comportamiento y supone trastornos que requieren un tratamiento específico. Los problemas de comportamiento también pueden ser síntomas de trastornos de aprendizaje, depresión u otros trastornos mentales. Estos trastornos suelen requerir terapia y los adolescentes con trastornos de salud mental pueden beneficiarse del tratamiento con medicamentos. Si los padres no consiguen reorientar la conducta peligrosa de un adolescente pueden solicitar ayuda profesional o, según la práctica y usos de cada país, la designación legal de un tutor u orientador que contribuya al refuerzo de unas reglas domésticas razonables.

(Véase también Introducción a los problemas en los adolescentes.)

Trastornos del comportamiento específicos

Los trastornos disruptivos del comportamiento son frecuentes durante la adolescencia.

El trastorno de déficit de atención/hiperactividad es el trastorno de salud mental más frecuente de la infancia y a menudo persiste durante la adolescencia y la edad adulta. Sin embargo, los adolescentes que muestran dificultades para prestar atención pueden sufrir otro trastorno, como depresión o una discapacidad para el aprendizaje. Aunque el trastorno por déficit de atención e hiperactividad se trata a menudo con fármacos estimulantes (como anfetaminas o metilfenidato), que pueden ser mal utilizados, dicho tratamiento no parece aumentar el riesgo de desarrollar un trastorno por consumo de sustancias e incluso puede disminuirlo. Por otra parte, algunos adolescentes refieren síntomas de falta de atención en un intento de obtener una receta para estimulantes, ya sea para ser utilizados como una ayuda para el estudio o como recreo.

Otros comportamientos disruptivos frecuentes en la infancia son el trastorno negativista desafiante y el trastorno disocial. Estos trastornos suelen tratarse con psicoterapia para el niño y asesoramiento y apoyo para los padres.

Violencia y pertenencia a pandillas

Los niños ocasionalmente participan en confrontaciones físicas y en el acoso escolar, incluido el acoso cibernético. La frecuencia y la gravedad de las interacciones violentas pueden aumentar durante la adolescencia. Aunque se habla mucho de los episodios de violencia en la escuela, es mucho más probable que sea en casa y fuera de la escuela donde los adolescentes participan en episodios violentos (o más a menudo en amenazas de violencia). Muchos factores contribuyen a incrementar el riesgo de violencia entre los adolescentes

  • Problemas de desarrollo

  • Castigo físico intenso (como patadas o puñetazos) infligido a los niños

  • Cuidadores con trastornos por consumo de sustancias

  • Pandillas y bandas

  • Acceso a armas de fuego o de otro tipo

  • Abuso de sustancias

  • Pobreza

Hay pocas pruebas que sugieran la relación entre la violencia y defectos genéticos o anomalías cromosómicas.

La pertenencia a bandas se ha vinculado a un comportamiento violento. Las bandas juveniles son asociaciones de formación autónoma de tres o más miembros, generalmente de edades comprendidas entre 13 y 24 años. Las bandas suelen adoptar un nombre y unos símbolos de identificación, como una determinada forma de vestir, el uso de ciertos signos con las manos, determinados tatuajes o pintadas callejeras. Algunas bandas requieren que los miembros potenciales realicen actos indiscriminados de violencia antes de concederles la condición de miembros del grupo.

El aumento de la violencia de las bandas juveniles ha sido achacado, al menos en parte, a la implicación de las bandas en la distribución y el consumo de drogas. En algunos países, las armas de fuego y otras armas son características frecuentes de la violencia de las bandas.

La prevención de la violencia empieza en la primera infancia, con una disciplina exenta de violencia. También es beneficioso limitar la exposición a la violencia que aparece en los medios de comunicación y en los videojuegos, ya que se ha demostrado que la exposición a estas imágenes violentas desensibiliza a los niños ante la violencia y provoca que los niños acepten la violencia como parte de sus vidas. Los niños en edad escolar deben tener acceso a un ambiente escolar seguro. Los niños mayores y los adolescentes no deben tener acceso a las armas y se les debe enseñar a evitar situaciones de alto riesgo (como los lugares o localizaciones donde otros tienen armas o consumen alcohol o drogas) y a utilizar estrategias para recuperar la calma en situaciones de tensión.

Es conveniente que quienes son víctimas de la violencia cuenten con el estímulo adecuado para comentar con sus padres, sus profesores e incluso sus médicos los problemas que están experimentando.

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