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Muy pocos niños pasan sus primeros años sin presentar problemas menores. Son habituales el llanto, los problemas de alimentación, los sarpullidos y la fiebre ocasional. Estos se vuelven preocupantes sólo cuando llegan a grados extremos (por ejemplo, cuando los niños lloran demasiado, cuando su crecimiento es insuficiente (véase Fallo de medro), o cuando tienen fiebre alta y persistente). La mayoría de los problemas en la infancia no son graves.
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