Cambios corporales relacionados con el envejecimiento

PorRichard G. Stefanacci, DO, MGH, MBA, Thomas Jefferson University, Jefferson College of Population Health
Revisado/Modificado abr 2024
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El organismo cambia con la edad a causa de las transformaciones que se producen en las células de forma individual y en los órganos en conjunto. Estos cambios dan lugar a modificaciones en las funciones internas y en el aspecto.

(Véase también Introducciónal envejecimiento.)

Envejecimiento de las células

A medida que las células envejecen, funcionan con dificultad. Con el tiempo, las células viejas morirán, algo que es normal en el funcionamiento del organismo.

Muchas células mueren porque están programadas para ello. Sus genes tienen un proceso que, cuando se activa, provoca la muerte celular. Esta muerte programada, llamada apoptosis, es un tipo de suicidio celular. La edad de la célula es un desencadenante de este proceso; las células viejas deben morir para dejar sitio a las nuevas. Otros desencadenantes consisten en un exceso de células, y probablemente también las lesiones celulares.

Las células viejas también mueren porque solo se pueden dividir un número limitado de veces. Este límite está programado por los genes. Cuando una célula no puede seguir dividiéndose, se agranda y sobrevive durante un tiempo, pero luego muere. El mecanismo que pone límite a la división celular está relacionado con una estructura denominada telómero. Los telómeros tienen la función de desplazar el material genético de la célula que se prepara para la división celular; cada vez que se divide una célula, los telómeros se acortan un poco. Con el tiempo, los telómeros se vuelven tan cortos que la célula no puede dividirse más. El término senescencia se refiere a cuando una célula deja de dividirse.

En algunos casos, la lesión en las células provoca directamente su muerte. Las células pueden lesionarse por sustancias nocivas, como la radiación, la luz solar y los medicamentos de quimioterapia. También por ciertos subproductos que resultan de sus propias actividades normales. Estos productos, llamados radicales libres, se liberan cuando las células producen energía.

¿Sabías que...?

  • Las enfermedades, y no el envejecimiento, suelen ser la causa de la mayor parte de la pérdida funcional.

Envejecimiento orgánico

El buen funcionamiento de los órganos depende del buen funcionamiento de sus células. Las células viejas funcionan peor. Además, en algunos órganos, las células mueren y no son reemplazadas; por lo tanto, el número de células disminuye. El número de células en los testículos, los ovarios, el hígado y los riñones disminuye de forma notable con la edad. Cuando el número de células llega a ser demasiado bajo, el órgano no funciona con normalidad. Por ello, la mayor parte de los órganos funcionan peor con la edad. Sin embargo, no todos los órganos pierden el mismo número de células. El cerebro es un ejemplo. Las personas mayores sanas no pierden muchas neuronas. Las pérdidas sustanciales ocurren principalmente en personas que han tenido un accidente cerebrovascular o que sufren un trastorno que causa la pérdida progresiva de neuronas (trastornos neurodegenerativos), tales como la enfermedad de Alzheimer o la enfermedad de Parkinson.

A menudo, los primeros signos del envejecimiento afectan al sistema musculoesquelético. Los ojos, seguidos por los oídos, comienzan a cambiar al inicio de la edad adulta. La mayoría de las funciones internas también disminuyen con la edad. La mayor parte de las funciones corporales alcanzan su valor más alto poco antes de los 30 años, y a partir de ahí empieza un descenso gradual pero constante. A pesar de este descenso, la mayoría de las funciones siguen siendo correctas porque la mayor parte de los órganos tienen una capacidad funcional considerablemente superior a la requerida por el organismo (reserva funcional). Por ejemplo, si la mitad del hígado se destruye, el tejido restante es más que suficiente para mantener un funcionamiento normal. Por lo tanto, son las enfermedades, más que el envejecimiento normal, las que explican la pérdida de la capacidad funcional en edades avanzadas.

Aunque la mayoría de las funciones continúen siendo adecuadas, una disminución de la función significa que las personas mayores tienen menor capacidad para controlar diferentes tipos de estrés, incluidos la actividad física extenuante, los cambios extremos en la temperatura ambiental y las enfermedades. Esta disminución también significa que las personas mayores son más propensas a sufrir los efectos secundarios de los medicamentos. Algunos órganos son más propensos a funcionar de forma inadecuada bajo estrés que otros; dichos órganos incluyen el corazón y los vasos sanguíneos, los órganos urinarios (tales como los riñones), y el cerebro.

Huesos y articulaciones

(Véase también Efectos del envejecimiento en el sistema musculoesquelético.)

Los huesos tienden a volverse menos densos. La pérdida moderada de densidad ósea se denomina osteopenia y la pérdida grave (incluida la aparición de una fractura debida a la pérdida de densidad de enlace) se denomina osteoporosis. Con la osteoporosis, también son más débiles y más propensos a fracturarse. En las mujeres, la pérdida de densidad ósea aumenta después de la menopausia porque se producen menos estrógenos. Los estrógenos ayudan a evitar una destrucción ósea excesiva en el transcurso del proceso normal de formación, reabsorción y remodelación de los huesos.

Los huesos se hacen menos densos en parte porque contienen menos calcio (que confiere la dureza al hueso). La cantidad de calcio disminuye debido a que el cuerpo absorbe menos calcio de los alimentos; además, los niveles de vitamina D, que ayuda al cuerpo a usar el calcio, disminuyen ligeramente. Algunos huesos se debilitan más que otros. Los más afectados son el fémur (a la altura de la cadera), los extremos de los huesos del brazo (radio y cúbito) en la muñeca y los huesos de la columna vertebral (vértebras).

Los cambios en las vértebras de la parte superior de la columna hacen que la cabeza bascule hacia delante, comprimiendo la garganta. Como resultado, es más difícil tragar, y es más probable el ahogo. Las vértebras se vuelven menos densas, y las almohadillas de tejido (discos) entre ellas pierden fluido y se vuelven finas, haciendo que la columna vertebral se acorte. Por lo tanto, la estatura de las personas de edad avanzada disminuye.

El cartílago que reviste las articulaciones también se vuelve más fino, en parte por el desgaste provocado por años de movimiento. Las superficies de una articulación pueden no deslizarse una sobre otra tan bien como lo hacían antes, y la articulación puede ser ligeramente más propensa a las lesiones. Las lesiones debidas a traumatismos repetidos o al empleo de las articulaciones durante toda la vida conducen, a menudo, a la artrosis, uno de los trastornos más frecuentes de la edad avanzada.

Los ligamentos, que unen las articulaciones, y los tendones, que unen los músculos a los huesos, se vuelven menos elásticos, por lo que las articulaciones se notan rígidas o duras. Estos tejidos también se debilitan. Por consiguiente, la mayoría de las personas pierden flexibilidad. Los ligamentos y los tendones suelen desgarrarse con mayor facilidad, y, cuando lo hacen, se curan más lentamente. Estos cambios se producen porque las células que reparan los ligamentos y los tendones se vuelven menos activas.

Músculos y grasa corporal

La cantidad de tejido muscular (masa muscular) y la fuerza muscular tienden a disminuir a partir, aproximadamente, de los 30 años; dicha disminución continúa durante toda la vida. Parte de esta reducción está causada por la inactividad física y el descenso en las concentraciones de la hormona del crecimiento y de testosterona, que estimulan el desarrollo muscular. Además, los músculos no se contraen tan rápidamente porque se pierden más fibras musculares de torsión rápida que de torsión lenta. Sin embargo, los efectos del envejecimiento no reducen la masa muscular y la fuerza más de un 10 o 15%, aproximadamente, durante la vida adulta. En ausencia de enfermedad, la mayor parte de la pérdida más allá de ese 10 a 15% se puede prevenir con ejercicio regular. La pérdida de masa muscular más grave (llamada sarcopenia, que literalmente significa la pérdida de la carne) es el resultado de una enfermedad o inactividad extrema, no de la edad en sí.

La mayoría de las personas de edad avanzada mantienen una masa muscular y una potencia suficientes para realizar todas las actividades básicas. Muchos adultos mayores siguen siendo grandes deportistas. Compiten en deportes y disfrutan de una actividad física vigorosa. Sin embargo, aun las que están en mejor forma notan una cierta decadencia al envejecer.

¿Sabías que...?

  • Para compensar la pérdida de masa muscular de cada día de reposo absoluto en cama, las personas mayores pueden necesitar hacer ejercicio incluso durante 2 semanas.

El ejercicio físico regular puede mejorar parcialmente, o al menos retardar significativamente, la pérdida de masa muscular (entrenamiento de resistencia) y de su potencia. Los ejercicios de fortalecimiento muscular se basan en la contracción muscular para contrarrestar la fuerza de la gravedad (como en los ejercicios abdominales y las flexiones), el trabajo con pesas o con gomas elásticas. Si este tipo de ejercicio se realiza regularmente, incluso las personas que no han hecho nunca ejercicio pueden aumentar la masa y la potencia musculares. Por el contrario, la inactividad física, sobre todo el reposo en cama durante una enfermedad, puede incrementar notablemente la pérdida de masa muscular. Durante los periodos de inactividad, las personas de edad avanzada pierden masa muscular y fuerza de forma mucho más rápida que las personas jóvenes. Por ejemplo, para recuperar la masa muscular perdida, la persona en cuestión necesita realizar ejercicio durante 2 semanas por cada día que ha estado en cama.

Hacia los 75 años, el porcentaje de grasa corporal suele duplicarse en comparación con el de la adolescencia. El exceso de grasa corporal puede aumentar el riesgo de padecer problemas de salud, como la diabetes. La distribución de la grasa también cambia, lo que provoca cambios en la forma del torso. Un régimen de alimentación sano y el ejercicio físico pueden ayudar a las personas de edad avanzada a minimizar el aumento de grasa corporal.

Ojos

(Véase también Efectos del envejecimiento en los ojos.)

A medida que las personas envejecen, aparecen los siguientes cambios:

  • El cristalino adquiere rigidez, por lo que se hace más difícil enfocar objetos de cerca.

  • El cristalino se vuelve más denso, lo que dificulta la visión cuando no hay suficiente luz.

  • La pupila reacciona más lentamente a los cambios de luz.

  • El cristalino se vuelve amarillo y modifica el modo en que se perciben los colores y causa pérdida de percepción de contraste.

  • El número de células nerviosas disminuye, afectando la percepción de profundidad.

  • Los ojos producen menos líquido y en consecuencia se notan secos.

A menudo, la primera señal innegable de que ha empezado el proceso de envejecimiento es el cambio en la visión.

Los cambios sufridos por el cristalino pueden causar o contribuir a lo siguiente:

  • Pérdida de la visión de cerca: entre los 40 y los 50 años de edad, la mayoría de las personas notan que les resulta difícil ver objetos a una distancia inferior a 60 cm. Este cambio en la visión, denominado presbicia, se produce porque el cristalino se vuelve rígido. Normalmente, el cristalino modifica su forma para ayudar a los ojos a enfocar; por lo tanto, un cristalino rígido hace que resulte más difícil enfocar objetos de cerca. Al cabo de cierto tiempo, casi todas las personas padecen presbicia y necesitan gafas de aumento para leer. Las personas que además usan gafas para ver objetos lejanos pueden necesitar gafas bifocales o de foco variable.

  • Necesidad de una iluminación más intensa: con el envejecimiento, la visión en condiciones de semioscuridad resulta más difícil porque el cristalino tiende a volverse menos transparente. El aumento de la densidad del cristalino comporta que entre menos luz por la retina hasta la parte posterior del ojo. Además, la retina, que contiene las células que perciben la luz, se vuelve menos sensible. Se hace necesaria, por consiguiente, una luz más intensa para poder leer. Por término medio, las personas de 60 años necesitan tres veces más luz que las de 20 para leer.

  • Cambios en la percepción del color: los colores se perciben de forma diferente, en parte porque las retinas tienden a volverse amarillas con el envejecimiento. Los colores pueden parecer menos brillantes, y los contrastes entre diferentes colores pueden resultar más difíciles de ver los azules pueden parecer más grises, y las letras o fondos azules pueden parecer desteñidos. Estos cambios son insignificantes para la mayoría de las personas; sin embargo, las personas de edad avanzada pueden tener problemas para leer un texto impreso en negro sobre un fondo azul o para leer letras azules.

Con la edad, la pupila reacciona más lentamente a los cambios de luz. La luz entra en el ojo por la pupila, que se dilata o se encoge para hacer pasar más o menos luz. Por consiguiente, las personas de edad avanzada pueden no ser capaces de ver cuando entran en una habitación oscura, o pueden quedar temporalmente cegadas al entrar en una zona con iluminación intensa. Dichas personas también suelen ser más sensibles al deslumbramiento. Sin embargo, la mayor tendencia al deslumbramiento suele deberse a trastornos oculares, como por ejemplo las cataratas.

¿Sabías que...?

  • La mayoría de personas de 60 años necesitan 3 veces más luz para leer que las de 20.

La capacidad para ver las diferencias de matices y de tonos y para reconocer los detalles más finos disminuye. Probablemente, esto se produce al disminuir el número de células nerviosas que transmiten las señales visuales de los ojos al cerebro. Este cambio afecta al modo en que se percibe la profundidad, con lo que el cálculo de las distancias se hace más difícil.

Las personas de edad avanzada pueden ver pequeñas manchas oscuras que se mueven por su campo visual. Estas manchas, llamadas moscas volantes, son pequeñas cantidades del líquido normal del interior del ojo que se han solidificado. Las moscas volantes no interfieren de manera importante con la visión. A menos que, de repente, aumenten de número, no constituyen un motivo de preocupación.

Los ojos tienden a secarse. Este cambio se produce porque disminuye el número de células productoras de fluidos lubricantes de los ojos. La producción de lágrimas puede disminuir.

El aspecto de los ojos cambia de modo diverso:

  • El blanco (esclerótica) de los ojos puede tomar un tono amarillento o amarronado. Este cambio se debe a los muchos años de exposición a la luz ultravioleta, al viento y al polvo.

  • Pueden aparecer, esporádicamente, manchas de color en el blanco de los ojos, especialmente en personas de tez oscura.

  • Puede aparecer un anillo gris-blanco (arco senil) en la superficie del ojo. El anillo está constituido por sales de calcio y de colesterol. No afecta a la visión.

  • El párpado inferior puede sobresalir del globo ocular porque los músculos que cierran los ojos tienden a debilitarse y los tendones se distienden. Este estado del párpado (llamado ectropión) puede interferir con la lubricación del globo ocular y contribuir a que los ojos estén más secos.

  • Puede dar la impresión de que los ojos se hunden en el cráneo porque disminuye la cantidad de grasa en la zona que rodea los ojos.

  • Las cejas descienden más abajo.

Oídos

(Véase también Efectos del envejecimiento en los oídos, la nariz y la garganta)

Muchas alteraciones auditivas probablemente son debidas tanto a la exposición al ruido a lo largo de toda la vida como al proceso del envejecimiento (véase también Pérdida de audición). Con el tiempo, la exposición a ruidos fuertes perjudica la capacidad auditiva de los oídos, aunque algunas modificaciones del oído se presentan con el paso del tiempo, independientemente de que las personas hayan estado expuestas a ruidos fuertes.

Las causas de la pérdida de audición que pueden ser más frecuentes con el envejecimiento incluyen la acumulación de cera en el oído (cerumen), un tumor no canceroso (benigno) (schwannoma vestibular) y el consumo de ciertos medicamentos (como la aspirina [ácido acetilsalicílico] o los aminoglucósidos).

Es importante consultar a un médico para determinar si la pérdida de audición se debe a una retención de cerumen (cera del oído), porque se puede eliminar de forma rápida y segura.

A medida que las personas envejecen, cada vez es más difícil oír los sonidos agudos (alta frecuencia de vibraciones). Este cambio se considera una pérdida de la audición asociada a la edad (presbiacusia). Por ejemplo, la música del violín puede sonar menos clara.

¿Sabías que...?

  • Articular las consonantes claramente puede ser más útil que hablar más alto para las personas mayores que tienen problemas para entender el habla.

  • Las personas de edad avanzada tienen dificultad para oír los sonidos agudos.

La consecuencia más frustrante de la presbiacusia es que las palabras resultan más difíciles de entender; como consecuencia, a veces la persona de edad avanzada cree que su interlocutor está mascullando. Incluso aunque se les hable en voz más alta, las personas de edad avanzada pueden seguir teniendo dificultades para entender las palabras. La razón es que la mayoría de las consonantes (como k, t, s, p y ch) son sonidos agudos, y las consonantes son los sonidos que ayudan a identificar las palabras. Dado que las vocales son sonidos graves, son más fáciles de oír. Es por este motivo que las personas de edad avanzada sufren una alteración en la audición; para facilitarles la escucha, sus interlocutores deben articular las consonantes más claramente en lugar de simplemente hablar más alto. Puede resultar más difícil entender lo que dicen las mujeres y los niños que lo que dicen los hombres, porque la mayoría de mujeres y niños tienen un tono de voz más agudo que el de los hombres. Gradualmente, escuchar tonos más bajos también va resultando más difícil.

Muchas personas de edad avanzada tienen más dificultades para oír en lugares abarrotados o en conversaciones de grupo a causa del excesivo ruido de fondo.

Pueden crecer pelos gruesos fuera de los oídos.

Boca y nariz

(Véase también Efectos del envejecimiento en la boca y los dientes y Efectos del envejecimiento en los oídos, la nariz y la garganta.)

Generalmente, cuando las personas alcanzan los 50 años, los sentidos del gusto y del olfato comienzan a disminuir gradualmente; ambos sentidos son necesarios para saborear la gama completa de gustos en los alimentos. La lengua es capaz de identificar únicamente 5 sabores principales: dulce, ácido, amargo y salado, así como un sabor llamado umami (descrito habitualmente como carnoso o sabroso). Los sabores más sutiles y complejos (el de la frambuesa, por ejemplo) requieren también del olfato.

Con la edad disminuye la sensibilidad de los receptores del gusto localizados en la lengua. Estas modificaciones tienden a reducir la capacidad de percibir los sabores dulces y salados más que los amargos o ácidos. El olfato solo disminuye ligeramente ya que el revestimiento de la nariz se vuelve delgado y seco y las terminaciones nerviosas de la nariz se deterioran. Sin embargo, el cambio es pequeño, y suele afectar solo a los olores sutiles. Por consiguiente, la mayoría de las comidas suelen tener un gusto más amargo, y los alimentos con olores sutiles pueden resultar más insípidos.

La boca se nota seca más a menudo, en parte porque se produce menos saliva. Además, la sequedad de boca reduce la capacidad de degustar los alimentos.

A medida que las personas envejecen, las encías retroceden ligeramente. En consecuencia, las partes inferiores de los dientes están expuestas a partículas de alimentos y bacterias. Además, el esmalte de los dientes tiende a erosionarse. Estos cambios, así como la sequedad de boca, hacen que los dientes sean más propensos a la descomposición y a la formación de caries, con lo que aumenta la probabilidad de perder piezas dentales.

Con el envejecimiento, la nariz tiende a hacerse más alargada y grande, y la punta tiende a inclinarse.

Pueden crecer pelos gruesos en la nariz, el labio superior y la barbilla.

Piel

(Véase también Efectos del envejecimiento en la piel.)

La piel se vuelve más fina, menos elástica, más seca, y forma arrugas finas. Sin embargo, la exposición a la luz solar durante años también contribuye mucho a la formación de arrugas y a que la piel sea áspera y tenga manchas. A menudo, las personas que han evitado la exposición a la luz solar parecen mucho más jóvenes.

La piel cambia en parte porque el colágeno (un tejido fibroso resistente que fortalece la piel) y la elastina (que la hace flexible) se transforman químicamente y se vuelven menos flexibles; además, el cuerpo envejecido produce menos colágeno y elastina. Como resultado, la piel se desgarra con mayor facilidad.

La capa de grasa subcutánea disminuye. Esta capa actúa como un cojín para la piel, con lo cual la protege y la sustenta, y también ayuda a conservar el calor corporal. A medida que esta capa se reduce, la piel se lesiona más fácilmente, es más probable que aparezcan arrugas y disminuye la tolerancia al frío.

El número de terminaciones nerviosas de la piel también disminuye. Como resultado, las personas se vuelven más sensibles al dolor, a la temperatura y a la presión, y pueden producirse más lesiones.

El número de glándulas sudoríparas y de vasos sanguíneos también se reduce y el flujo sanguíneo en las capas profundas de la piel disminuye. Normalmente, el calor se desplaza desde el interior del organismo, por los vasos sanguíneos, hacia la superficie. La cantidad de calor que sale del organismo es menor y el organismo no puede enfriarse adecuadamente. Así, las personas mayores tienen más probabilidad de padecer trastornos debidos al exceso de calor, como golpes de calor. La piel también tiende a curarse más lentamente cuando el flujo sanguíneo es menor.

El número de células que producen melanina (melanocitos) disminuye. Por consiguiente, la piel está menos protegida contra los rayos ultravioletas (UV), como los de la luz solar. En la piel expuesta a la luz solar, aparecen manchas anchas de color marrón (manchas de la edad), probablemente porque la piel tiene, en esta etapa de la vida, menos capacidad para eliminar los productos de desecho.

La piel pierde parte de la capacidad de sintetizar vitamina D al exponerse a la luz solar; como resultado, aumenta el riesgo de carencia de vitamina D.

Cerebro y sistema nervioso

(Véase también Efectos del envejecimiento en el sistema nervioso.)

Con la edad, se reduce el número de células nerviosas del cerebro. Sin embargo, el cerebro puede compensar esta pérdida de varias maneras:

  • Al perderse células, se establecen nuevas conexiones entre las neuronas restantes.

  • También se pueden formar nuevas neuronas en algunas áreas del cerebro, incluso durante la vejez.

  • El cerebro posee más neuronas de las que necesita para realizar la mayoría de las actividades, una característica denominada redundancia. Es decir, más de un área puede realizar la misma función. Por lo tanto, las áreas con algún tipo de superposición de funciones a veces compensan las funciones perdidas.

Se sufren cambios en los niveles de las sustancias químicas que ejercen de mensajeras en el cerebro la mayoría tienden a disminuir pero algunas aumentan. Las células nerviosas pueden perder algunos de sus receptores para estos mensajes químicos. La irrigación sanguínea al cerebro disminuye. A causa de estos cambios debidos a la edad, el cerebro puede funcionar ligeramente peor. Las personas de edad avanzada reaccionan y ejecutan tareas con mayor lentitud, pero si se les da tiempo realizan dichas tareas de forma correcta. Algunas funciones mentales como el vocabulario, la memoria a corto plazo, la capacidad de aprender nuevas nociones y de repetir palabras pueden verse sutilmente reducidas a partir de los 70 años.

A partir de los 60 años, el número de células de la médula espinal comienza a disminuir, pero por lo general dicho cambio no afecta a la fuerza ni a la sensibilidad.

¿Sabías que...?

  • El cerebro tiene formas de compensar la pérdida de neuronas que se produce con el envejecimiento.

Con la edad, los nervios conducen las señales más lentamente. A menudo, este cambio es tan mínimo que la persona en cuestión ni lo nota. Además, los nervios suelen autorrepararse más despacio y de modo incompleto. Por consiguiente, en las personas de edad avanzada que tengan los nervios dañados, las sensaciones y la fuerza pueden disminuir.

Corazón y vasos sanguíneos

(Véase también Efectos del envejecimiento sobre el corazón y los vasos sanguíneos.)

El corazón y los vasos sanguíneos se vuelven más rígidos. El corazón se llena de sangre más lentamente; las arterias se vuelven menos capaces de responder a las variaciones de la cantidad de sangre que pasa por ellas y, por consiguiente, la presión arterial suele ser más alta.

Además, el corazón no responde tan rápidamente ni tan bien a los mensajeros químicos que suelen estimular su aceleración.

A pesar de tales cambios, un corazón normal de edad avanzada funciona bien. Las diferencias entre un corazón joven y uno viejo se hacen evidentes cuando es necesario un esfuerzo mayor por parte del corazón y que bombee más sangre, como ocurre cuando una persona ejecuta una actividad física intensa o cuando está enferma. Un corazón más viejo no puede aumentar la frecuencia de los latidos tan rápidamente, ni bombear con la misma rapidez ni la misma cantidad de sangre que un corazón joven. Así pues, los deportistas de edad avanzada no tienen tanta capacidad de adaptación como los jóvenes. Sin embargo, el ejercicio aeróbico regular puede aumentar el rendimiento en las personas de edad avanzada (véase Ejercicio en adultos mayores). Los cambios relacionados con la edad que se producen en el corazón y los vasos sanguíneos se encuentran entre los cambios más sensibles a los hábitos de vida (como el ejercicio, el sueño y la dieta) y, cuando es necesario, a los medicamentos.

Los pulmones y los músculos de la respiración

(Véase también Efectos del envejecimiento sobre el sistema respiratorio.)

Los músculos utilizados en la respiración, el diafragma y los músculos inter.costales, tienden a debilitarse con la edad. El número de alvéolos y de capilares pulmonares disminuye; por lo tanto, se absorbe un poco menos de oxígeno del aire respirado. Los pulmones se vuelven menos elásticos. En las personas que no fuman o que no tienen una afección pulmonar, estos cambios no afectan a las actividades cotidianas diarias, pero si se desarrolla una neumonía, pueden dificultar la respiración y la actividad física. Respirar a grandes altitudes (donde hay menos oxígeno) también puede resultar más difícil.

Los pulmones se vuelven menos aptos para combatir las infecciones, en parte porque las células encargadas de eliminar de las vías respiratorias los desechos que contienen microorganismos pierden parte de su capacidad funcional. La tos, que también ayuda a limpiar los pulmones, suele ser más débil.

Aparato digestivo

(Véase también Efectos del envejecimiento sobre el aparato digestivo.)

En general, el envejecimiento afecta menos al aparato digestivo que a la mayor parte del resto del organismo. Los músculos esofágicos se contraen con menor fuerza, pero la movilidad de los alimentos en el esófago no resulta afectada. Los alimentos son eliminados más lentamente por el estómago que, además, no puede retener grandes cantidades de comida ya que es menos elástico. Pero en la mayoría de las personas, estas modificaciones son tan leves que no llegan a notarse.

Ciertos cambios pueden provocar alteraciones en algunas personas mayores. El tracto digestivo produce una cantidad menor de lactasa, una enzima que el organismo necesita para digerir la leche y productos lácteos. Como resultado, es más probable que las personas mayores desarrollen una intolerancia a los productos lácteos (intolerancia a la lactosa). Las personas con intolerancia a la lactosa pueden sentirse hinchadas o tener gases o diarrea después de consumir productos lácteos.

En el intestino grueso, los materiales se mueven algo más lentamente, lo que en algunas personas contribuye al estreñimiento.

El hígado tiende a reducir su tamaño, ya que el número de células disminuye y fluye menos sangre por él. Las enzimas que ayudan al organismo a procesar los fármacos y otras sustancias (metabolismo) no son tan eficaces, por lo que el hígado puede ser ligeramente menos capaz de eliminar del organismo los fármacos y otras sustancias. Por consiguiente, los efectos de los fármacos, intencionados o no, duran más tiempo.

Riñones y aparato urinario

(Véase también Efectos del envejecimiento en las vías urinarias.)

Al envejecer, los riñones suelen reducirse de tamaño, ya que el número de células disminuye. A partir de los 30 años, los riñones comienzan a filtrar la sangre de forma menos eficaz. Con el paso de los años, los desechos de la sangre no se eliminan tan bien, y también pueden eliminar demasiada agua, lo que aumenta la probabilidad de sufrir deshidratación. Sin embargo, casi siempre funcionan lo bastante bien como para cubrir las necesidades del organismo.

El aparato urinario se modifica de diferentes modos que pueden hacer más difícil el control de la micción:

  • El volumen máximo de orina que puede contener la vejiga disminuye. Así, las personas mayores suelen necesitar orinar más a menudo.

  • Los músculos de la vejiga pueden contraerse de forma esporádica (volverse hiperactivos), independientemente de la necesidad de orinar.

  • Los músculos de la vejiga se debilitan. Como resultado, queda una cantidad mayor de orina dentro de la vejiga después de la micción.

  • El músculo que controla el paso de la orina al exterior del organismo (esfínter urinario) pierde capacidad de cerrar correctamente y evitar pérdidas. Por eso, las personas mayores tienen más dificultades para posponer la micción.

Estas modificaciones explican, al menos en parte, por qué la incontinencia urinaria (pérdida incontrolable de orina) se vuelve más común con la edad.

En las mujeres, la uretra (el tubo a través del cual la orina sale del organismo) se acorta, y su revestimiento se hace más delgado. La disminución en el nivel de estrógenos que se produce con la menopausia puede contribuir a este y a otros cambios en las vías urinarias.

A medida que los hombres envejecen, la próstata tiende a aumentar de tamaño, lo que se denomina hiperplasia benigna de próstata. En muchos hombres la prostata crece lo suficiente como para interferir con el paso de orina e impedir que la vejiga se vacíe por completo. Como resultado, los hombres mayores suelen orinar con menos fuerza, tardan más tiempo en iniciar el chorro de orina, la orina gotea al finalizar la micción y orinan más a menudo (incluso despertarse con más frecuencia para orinar durante el sueño). Los hombres mayores también tienen más posibilidades de ser incapaces de orinar a pesar de tener su vejiga llena (retención urinaria). Este trastorno requiere atención médica.

Aparato reproductor

Mujeres

Véase también (Efectos de la edad en el aparato reproductor femenino.)

Los efectos del envejecimiento sobre los niveles de hormonas sexuales son más evidentes en las mujeres que en los hombres. En las mujeres, la mayor parte de estos efectos están relacionados con la menopausia, cuando los niveles de hormonas femeninas (sobre todo los estrógenos) disminuyen drásticamente, las menstruaciones cesan definitivamente y el embarazo ya no es posible. La disminución de los niveles de hormonas femeninas causa la reducción de las dimensiones de los ovarios y del útero. Los tejidos de la vagina se vuelven más finos, más secos y menos elásticos (una afección llamada atrofia vulvovaginal). En los casos graves, estos cambios pueden conducir a prurito, sangrado, dolor durante el coito y necesidad de orinar de forma inmediata (urgencia urinaria).

Los senos se vuelven menos firmes y más fibrosos, por lo que tienden a perder su turgencia. Estos cambios dificultan la localización de bultos en las mamas.

Algunas de las modificaciones que se inician con la menopausia (como concentraciones hormonales más bajas y sequedad vaginal) pueden afectar a la actividad sexual (véase Introducción a la función y disfunción sexual en la mujer). sin embargo, en la mayoría de las mujeres, el envejecimiento no afecta de modo importante a la actividad sexual. No tener que preocuparse por quedar embarazada puede aumentar la actividad y el placer sexual.

¿Sabías que...?

  • Dado que las mamas cambian con el envejecimiento, la detección de posibles bultos cancerosos puede resultar más difícil.

Hombres

(Véase también Efectos del envejecimiento en el aparato reproductor masculino.)

En los hombres, los cambios en los niveles de hormonas sexuales son menos bruscos. Los niveles de testosterona (la hormona sexual masculina) disminuyen, lo que conlleva una menor producción de espermatozoides y una disminución del deseo sexual (libido); no obstante, dicha disminución es gradual. Aunque el flujo sanguíneo hacia el pene tiende a disminuir, la mayoría de hombres pueden tener erecciones y orgasmos durante toda la vida. Sin embargo, las erecciones pueden no durar tanto tiempo, ser algo menos rígidas, o requerir mayor estimulación para mantenerse. Una segunda erección puede requerir más tiempo. La disfunción eréctil (impotencia) se vuelve más común a medida que el hombre envejece y suele deberse a un trastorno, por lo general a un trastorno que afecta a los vasos sanguíneos (como una enfermedad vascular) o a la diabetes.

Sistema endocrino

(Véase también Efectos del envejecimiento en el sistema endocrino.)

Decrecen los niveles y la actividad de algunas de las hormonas producidas por las glándulas endocrinas.

  • Los niveles de hormona del crecimiento disminuyen, lo que provoca una disminución de la masa muscular.

  • La aldosterona disminuye, con lo que aumenta la probabilidad de deshidratación. Dicha hormona provoca que el organismo retenga sal y, por lo tanto, agua.

  • La insulina, que ayuda a controlar los niveles de azúcar en sangre (glucosa), es menos efectiva, y puede producirse en menor cantidad. La insulina permite que el azúcar pase de la sangre a las células, donde puede convertirse en energía. Los cambios en los niveles de insulina conllevan que los niveles de azúcar se eleven más después de una comida copiosa, y tarden más en volver a la normalidad.

Para la mayoría de las personas, los cambios en el sistema endocrino no afectan a la salud en general, pero en otras pueden aumentar el riesgo de sufrir alteraciones en la salud. Por ejemplo, los cambios en los niveles de insulina aumentan el riesgo de sufrir diabetes de tipo 2. Por lo tanto, el ejercicio y la dieta, que pueden potenciar la acción de la insulina, adquieren mayor importancia a medida que las personas envejecen.

Producción de sangre

La cantidad de médula ósea activa (donde se producen las células sanguíneas) disminuye, por lo que se genera menor cantidad de dichas células. Sin embargo, la médula ósea, por lo general, puede producir una cantidad suficiente de células sanguíneas durante toda la vida. Los problemas aparecen cuando aumenta la necesidad de glóbulos sanguíneos, como por ejemplo cuando se sufre una anemia o una infección o cuando se produce una hemorragia. En dichos casos, la médula ósea es menos capaz de incrementar su producción de células sanguíneas en respuesta a las necesidades del organismo.

Sistema inmunitario

Las células del sistema inmunitario actúan con más lentitud. Estas células identifican y destruyen sustancias extrañas como bacterias, otros microbios infecciosos y, probablemente, células cancerígenas. Dicha lentificación del sistema inmunitario podría explicar algunos cambios o trastornos asociados con el envejecimiento y que provocan que en las personas de edad avanzada:

  • El cáncer es más común entre adultos mayores.

  • Las vacunas tienden a ser menos eficaces en las personas mayores, pero las vacunas contra la gripe, la neumonía y las culebrillas (herpes zóster) son esenciales y ofrecen cierta protección. El sistema inmunológico se vuelve menos eficaz a medida que las personas envejecen, por lo que otros trastornos son a menudo más frecuentes y más graves entre los adultos mayores. Así, los adultos mayores son más propensos a la enfermedad y la muerte causadas por infecciones que se podrían prevenir mediante vacunas, por lo que el hecho de recibir vacunas se vuelve cada vez más importante para ellos.

  • Algunas infecciones, como la neumonía y la gripe, sean más frecuentes y provoquen una mortalidad mayor.

  • Los síntomas de alergia puedan resultar más leves.

Dado que el sistema inmunitario se ralentiza, los trastornos autoinmunitarios se hacen menos frecuentes.

¿Sabías que...?

  • Los adultos mayores son más propensos a las enfermedades y a la muerte causadas por infecciones que podrían prevenirse con vacunas, por lo que recibir vacunas es cada vez más importante para ellos.

Tabla
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